La idea de una Historia del Mundo regida por un Espíritu es difícil de entender, supone una concepción metafísica, y es más difícil aún, cuando todo esto camina dentro de criterios “absolutos”.
Entonces es necesario, analizar, separar las partes, para ver si nos aproximamos, de una u otra manera, a encontrar que es lo que hay ahí dentro.
En esa tarea, una buena herramienta puede ser la reflexión, pero antes de ella hay que tratar de entender más claramente el pensamiento de Hegel y en sentido quiero incluir en este trabajo algunos textos que sobre él, se han escrito; cuyas fuentes son:
Historia de la Filosofía de Abbagnano
Artículo de José Ortega y Gasset publicado en 1931 en Madrid, con ocasión del centenario de Hegel
Quiero incluir también lo que yo llamaría “otra perspectiva de “Urufa” que es como los musulmanes llamaban a Europa, y la fuente de esos textos es la Historia Intelectual de las Ideas de Peter Watson.
Este trabajo se dividirá en cuatro partes:
Otra Perspectiva de Urufa
Esta primera parte tratará de introducirnos a la historia, dentro de una perspectiva amplia y relativa, en la cual los estereotipos carezcan de sentido y se privilegien los contenidos.
Hegel y su Pensamiento
La segunda parte presenta una visión general de Hegel y su obra, para llegar a la filosofía de la Historia con mejor perspectiva.
Hegel Visto por Ortega y Gasset
En la tercera parte se presenta una visión crítica de la Filosofía de la Historia realizada por Ortega y Gasset.
Una Visión Actual Relativa Y Global
En la cuarta parte ensayaré algunas reflexiones sobre la Historia y La Filosofía, que son por supuesto reflexiones críticas.
Otra Perspectiva de Urufa
Primera Parte
Vamos a ver a continuación algunas descripciones Europa extraídas del libro La Historia Intelectual de la Humanidad de Peter Watson.
En el siglo X d.C., el famoso geógrafo árabe Mas`udi describía de la siguiente forma a las gentes de “Urufa”, que era como entonces llamaban a Europa los musulmanes: Carecen del sentido del humor; sus cuerpos son grandes; su carácter, grosero; sus modales, bruscos; su entendimiento, escaso; y sus lenguas, toscas…Cuanto más al norte se encuentran más estúpidos son, groseros y brutos son”1. Algún tiempo después, su colega, Sa`id Ibn Ahmad, cadí de la Toledo musulmana, no se mostraba mucho más impresionado. Según Bernard Lewis, en 1608, el gran erudito islámico escribió en árabe un libro sobre las diferentes clases de naciones. El estudioso sostenía en él que
había ocho naciones que habían contribuido al conocimiento humano, entre las que incluía a los indios, a los persas, a los griegos, a los egipcios y, por supuesto a los árabes. Por otro lado, señalaba que a los pueblos del norte de Europa “no han cultivado las ciencias y a parecen más bestias que hombres…su entendimiento carece de agudeza y su inteligencia de claridad…”2 Incluso en una fecha tan tardía como el siglo XIII, el profesor de Oxford Roger Bacon tenía sus ojos puestos en Oriente. Solicitó al papa Clemente IV que organizara un proyecto de enormes dimensiones: una enciclopedia de los nuevos conocimientos en ciencias naturales. Tenía en mente el gran número de traducciones que entonces se estaban haciendo en árabe, y recomendó el estudio de las lenguas orientales y el Islam.
……Entre el año 1000 y 1500 d.C. Europa había sufrido un gigantesco cambio, y el continente había pasado a tomar la delantera de forma decidida. Francis Bacon creía que era poco lo que había que aprender fuera del continente.
¿Qué era lo que había ocurrido? ¿Por qué “Occidente” había tomado la delantera? ¿Qué características de esa gente “fría”, “grosera” y “apática” descrita por Ibn Ahman, se había modificado para crear la situación que hoy conocemos, en la que Occidente lidera sin discusión al mundo, en términos de riqueza, desarrollo tecnológico y libertad política y religiosa? En el ámbito de la historia de las ideas - el principal interés de este libro -, la transformación experimentada por Europa entre, digamos, el 1000 y 1500, cuando el descubrimiento de América (por los europeos) era ya una realidad, es probable una de las cuestiones más fascinantes de todas, capaz de eclipsar la importancia del resto. Ese cambio daría forma a la última época de la historia que conocemos y el hecho de que, aún hoy, no poseamos una verdadera respuesta para explicarlo lo que hace todavía más fascinante.
Segunda Parte
Hegel y su Pensamiento
Es, en mi criterio, indispensable, tener una idea completa sobre Hegel y su pensamiento, para luego poder sumergirnos en las profundidades propias de su Filosofía de la Historia, que está dentro del tema de este trabajo.
Para cumplir esta tarea, la Historia de la Filosofía de Abbagnano, ha sido la obra a la cual me he remitido y de ese estudio se han extraído un grupo de textos que tratarán de contener en su conjunto, una cierta identidad de Hegel y los alcances de su pensamiento.
Cinco han sido los capítulos, que de esa obra se han incluido aquí; a base de los cuales quisiera penetrar y descubrir la filosofía de Hegel y la forma en que la misma funciona. A continuación se presentan los capítulos y los textos referidos.
La Vida de Hegel
Jorge Guillermo Federico Hegel, nació el 27 de Agosto de 1770 en Stuttgart. Siguió los cursos de filosofía y teología en la Universidad de Tubinga (1788-1793), donde trabó amistad con Schelling y Hölderlin. Los acontecimientos de la revolución francesa suscitaron en él un gran entusiasmo y ejercieron sobre su pensamiento un influjo duradero. Con sus amigos de Tubinga planto un árbol de la libertad y fue el orador más famoso entre los defensores de los principios revolucionarios de libertad e igualdad (Dilthey p. 14). Cuando Napoleón entró en Jena (el 13 de octubre de 1806), Hegel escribió una carta: “He visto al Emperador – esta alma del mundo – cabalgar por la ciudad en vista de reconocimiento: suscita verdaderamente un sentimiento maravilloso la vista de tal individuo, que, abstraído en su pensamiento, montado en su caballo, abraza el mundo y lo domina” (Werke, XIX, o. 68). Este entusiasmo no disminuyó cuando Hegel prestó adhesión al Estado prusiano y reconoció en él la encarnación de la razón absoluta. En efecto más tarde comparaba la revolución con “una magnífica salida del sol, con una exaltación del espíritu que han hecho estremecer al mundo de emoción, como si sólo en aquel momento la reconciliación de lo divino se hubiera efectuado” (Werke, IX p. 441)
La Disolución de lo Infinito y la Identidad de lo Real y lo Racional
El tema fundamental de la filosofía de Hegel, como el de Fichte y Schelling, es lo infinito en su unidad con lo finito. Esta unidad que en los escritos teológicos de su juventud se reconoce y ensalza en la religión, en los escritos posteriores la reconoció en la filosofía. Pero tanto en unos como en otros, tal unidad se entiende en el sentido de que lo infinito, como única y total realidad o sustancia de las cosas, no está “más allá” de lo finito, como única, sino que lo supera y lo anula en sí mismo.
La formula que expresa mejor la completa abolición de lo finito en la filosofía hegeliana, es la que el mismo Hegel ha dado en su prólogo de la Filosofía del derecho: “Lo que es racional es real y lo que es real es racional”. Esta formula no expresa en efecto, la posibilidad de que la realidad sea penetrada o entendida por la razón, sino la “necesaria, total y substancial identidad” de la realidad y de la razón. La razón es el principio infinito autoconciente; la identidad absoluta de la realidad con la razón expresa la resolución absoluta de lo finito en lo infinito.
La Formación del Sistema
….Estos escritos son de contenido teológico o político y revelan con mucha claridad la naturaleza de los afanes que desde el principio dominaron la actividad filosófica de Hegel. El primer problema que en los mismos se debate, es cómo sea posible el paso de la primitiva religiosidad cristiana a una “religión del pueblo” que sea la base de una cultura religiosa y moral, en vía de progreso. Ya en los fragmentos que pertenecen al período de Tubinga, Hegel se muestra insatisfecho de la oposición que el iluminismo había establecido entre la fe eclesiástica y la religión racional. Se preocupa de establecer una continuidad en el desarrollo religioso de la humanidad, que va desde el fetichismo hasta la religión racional, y ve el grado de preparación de esta última en la religión del pueblo, que esta fundada en el amor.
…El filosofar que no se construye como un sistema, es una fuga continua de las limitaciones, es más una lucha de la razón por la libertad que un puro autoconocimineto de ella, autoconocimineto que se haya convertido en seguro de sí claro acerca de si mismo. La razón libre y su hecho son una única cosa, y su actividad es su puro representarse.” La necesidad de una ciencia absoluta, que sea autoconocimineto de la razón absoluta, esto es, de la realidad infinita, se propone claramente, precisamente al comienzo de la actividad filosófica pública de Hegel.
La Fenomenología del Espíritu
El principio de la disolución de lo infinito en lo finito o de la identidad de lo racional y lo real, ha sido expuesto por Hegel de dos maneras diversas. Primero Hegel se dedicó a fijar el “camino” que la conciencia humana ha tenido que recorrer para llegar hasta él; o lo que es lo mismo, el camino que aquel principio ha tenido recorrer a través de la historia humana para llegar hasta sí mismo. En segundo lugar, Hegel ha establecido aquel principio como aparece en acto en todas las determinaciones fundamentales de la realidad. La primera exposición la dio Hegel en la “Fenomenología del Espíritu”; la segunda la ofreció en la “Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas” y en las obras que abarcan cada una de las partes de la misma (Ciencia de la Lógica, Filosofía del Arte, Filosofía de la Religión, Filosofía del Derecho, Filosofía de la Historia)…
….Y de hecho, La “Fenomenología” es la historia novelada de la conciencia que a través de alternativas, contrastes, escisiones y, por lo tanto, de la desdicha y el dolor, sale de su individualidad, alcanza la universalidad y se reconoce como razón que existe en acto en las determinaciones de lo real. Como tal, la fenomenología, tiene una finalidad propedéutica y pedagógica. “Lo singular, dice Hegel (Fen), debe recorrer los grados de formación del espíritu universal, incluso según el contenido, pero con figuras ya sobrepasadas del espíritu, como grados de un camino ya trazado y allanado. De semejante manera, nosotros, observando que en el campo cognoscitivo lo que en edades precedentes, mantenía en alerta el espíritu de los adultos ahora se ha convertido en conocimientos, ejercicios, y hasta juego de niños, reconoceremos en el progreso pedagógico, como en una proyección, la historia de la civilización. Tal exigencia pasada es propiedad adquirida para el “espíritu universal”; propiedad que constituye la substancia del individuo, y que, apareciéndole externamente, constituye su naturaleza inorgánica. Si enfocamos la cuestión desde el ángulo visual del individuo, comprobaremos que la cultura consiste en conquistar lo que aparece delante de sí, consiste en consumar su naturaleza inorgánica y en apropiársela. Pero esto puede ser considerado también en la parte del “espíritu universal”, en cuanto es “ substancia”; en tal caso, ésta se da la propia autoconciencia y produce en sí misma el propio devenir y la propia reflexión”…..
La Lógica
La diferencia capital entre la “Fenomenología del espíritu” y las ciencias de la “Enciclopedia” puede reconocerse fácilmente, precisamente por medio de este cambio terminológico: la primera se refiere a las “figuras”, las otras se refieren a conceptos o “categorías”. Una figura es una situación histórica o espiritual, o incluso simplemente fantesada o poética que construye una alternativa del proceso a través del cual la autoconciencia infinita llega a reconocerse. Un concepto o una categoría es un momento necesario de la realización de la conciencia infinita. Si la fenomenología que considera las figuras es una novela, las ciencias filosóficas que consideran las categorías son una historia: la historia de una autoconciencia infinita en sus momentos inmutables, universales y necesarios. En efecto, Hegel ha concebido el sistema de su filosofía en sus tres partes, lógica, filosofía de la naturaleza y filosofía del espíritu….
…Hegel indica la razón infinita con el nombre de “Idea” y distingue la historia o devenir de la idea en tres momentos que constituyen partes de su filosofía: 1º. La “Lógica” o ciencia de la idea “en sí” y “por sí”; esto es, de su primitivo ser implícito y de su desarrollo gradual. 2º. La “Filosofía de la Naturaleza”, que es la ciencia de la idea en su ser otro, esto es, en su hacerse externa y extraña a sí misma en el mundo natural. 3º. La “Filosofía del Espíritu”, que es la ciencia de la Idea que vuelve de su enajenamiento a sí misma, esto es, a su completa autoconciencia. Hegel ha tomado esta división triádica del neoplatonismo antiguo y especialmente de Proclo. Y del neoplatonismo antiguo hace también derivar la forma de un sistema: el de un proceso único y continuativo que actúa y revela en sus grados necesarios un principio absoluto. Solamente que él no pone el absoluto fuera del proceso, como una Unidad inalcanzable, sino que lo identifica con el proceso mismo, y de este modo lo hace inmanente. Transformando el infinito progresivo de Fichte y Schelling en un infinito actual y concluido, Hegel lo ha transferido a la forma de la metafísica escolástica y ha expresado en esta el pensamiento fundamental de su filosofía: que el mismo finito es, en su realidad, lo in finito.
La “Lógica” la define Hegel como “la ciencia de la idea pura, esto es, de la idea en su elemento abstracto del pensamiento” (Enc., S 19). No es una disciplina puramente formal: su contenido le es inmanente y es la absoluta verdad o realidad, Dios mismo. El reino de la lógica es Dios, antes de la creación del Mundo. “El reino del pensamiento puro es la verdad, tal como es en sí y por sí, sin velo. Esto se puede expresar diciendo que es la exposición de Dios, tal como es en su eterna esencia, antes de la creación de naturaleza y de un espíritu finito” (Cienc. d. la lóg., I, p.32)
Hegel visto por Ortega y Gasset
Tercera Parte
Historia del Espíritu
Quiero citar algunos párrafos en este trabajo de in artículo realizados por Ortega y Gasset y escritos en Madrid en 1931 a propósito del centenario de Hegel.
…Pero el hombre muere y otras vidas suceden a la suya. La convivencia actual o sociedad de ahora se prolonga a sí mismo en la de mañana, en la de dentro de un siglo, como, viceversa, es continuación de la de ayer y de la de hace centurias y centurias. Es decir que nos encontramos con un nuevo tropel de hechos – los históricos – enormemente más rico, multiforme, caótico, que el atribuible a la vida individual o a la sociedad de hoy. En suma, nos encontramos con el rumor innumerable de la historia universal. Guerras y paces, angustias y alegrías, usos, leyes, Estados, mitos, ciencias: es la pululación superlativa, el “mare mágnum” de lo confuso e ininteligible. Al pronto la mente se pierde esa selva indómita de hechos en la selva indómita de hechos inconexos y dispares. La historia es como el oído con que oímos tales ruidos; nos cuenta esto, esto y esto. Pero con ello no hace sino incitar nuestra incomprensión y movernos a demandar: ¿Qué pasa en la historia y a quién pasa?
…La Filosofía de la Historia Universal es el golpe de nudillos que da Hegel sobre los fenómenos del entorno humano, al buscar el Mismo de la historia, su substrato y sujeto, como antes indiqué, una nueva perspectiva, distinta de l vida individual y de la vida social. Ahora se trata de la vida histórica universal, que comprende aquellas dos formas de vida; es decir, que la perspectiva histórico-universal que incluye la perspectiva individual y social, es la perspectiva integral de lo humano.
Ahora bien ¿Cómo sumergidos en el enjambre de los hechos históricos, podremos descubrir su sustancia permanente, ese alguien o Mismo de que ellos son manifestación, variación modificación incesante? Hay varios caminos o métodos. Uno consiste en aplicar a los hechos históricos la misma táctica mental que seguimos para descubrir las leyes de los fenómenos naturales. Es el método empírico. Observando los hechos, ensayando hipótesis que esta observación nos sugiere, vemos si aquellos se dejan reducir a un orden o regularidad. Este orden, si transparece, nos mostrará todos mostrará todos los cambios históricos con transformaciones comprensibles de algo que es el sustrato de la transformación. Y, en efecto, la obra de Hegel, que no usa ese método, provoca durante todo el siglo XIX una serie de ensayos inspirados en ese procedimiento. Todos ellos coinciden con elegir una clase de hechos como realidad fundamental de la que todos los demás son consecuencias. Así Carlos Marx cree haber hallado la sustancia, el alguien de la historia en la economía. Lo que diferencia las épocas y hace salir una de otra es el proceso de producción.
…Frente a la interpretación económica cabe poner innumerables otras en que se prefiere como sustancial otra especie de fenómenos.
…La interpretación bélica de la historia no es ni más ni menos fantástica que cualquier otro de los ensayos parejos emprendidos empíricamente con el ánimo de reducir a un orden el caos que es la historia. Quién haya leído la “Historia del arte de guerra”, compuesta por Delbrück, reconocerá que es esta interpretación una idea luminosa, capaz de esclarecer admirablemente no pocos estratos de la realidad histórica.
Es sorprendente la docilidad de la historia ante la furia de orden que lleva a ella el pensamiento. Se puede llegar a sistemas francamente cómicos y que, no son menos verídicos que los de aspecto más trágico y solemne….
....Todas estas ideas de la historia pretenden hacernos ver el claro proceso real que “pasa” verdaderamente bajo el confuso proceso aparente de ella. Y nos sorprende un porco que todas poseyesen alguna dosis de verdad.
¿Cómo es posible que sean todas verdades, siendo dispares? Evidentemente, sólo de una manera: no siéndolo del todo ninguna. Son, en efecto, verdades parciales, cuasi -verdades.
Estas teorías sobre la historia son verdades abstractas, por tanto parciales. Son vistas tomadas arbitrariamente sobre la realidad. Toda vista es verdadera, puesto que nos da algo de la cosa. Pero como la hemos tomado desde un punto de vista cualquiera, sin dejar de ser verdadera resulta arbitraria. Lo arbitrario no es tanto la vista como el punto de vista.
Esta es la máxima preocupación de Hegel: encontrar un punto e vista que no sea uno cualquiera, sino sea aquel único desde el cual se descubre la verdad entera, la verdad absoluta. Sea nuestro punto de vista no el nuestro, sino precisamente el universal o absoluto.
Este abandono de nuestro punto de vista y este esfuerzo por instalarnos en lo absoluto y mirar desde él todo y cada cosa es para Hegel la filosofía. No discutamos si esto es factible. Mi tema no es la metafísica de Hegel, sino su Metafísica de la historia.
Al hablar sobre cosas materiales o históricas, Hegel quiere evitar decir sobre ellas verdades parciales. Se exige la verdad absoluta, y, por tanto, tiene que averiguar ante cuál es la absoluta realidad, de que todo lo demás no es sino modificación, particularización, ingrediente o consecuencia. Hegel cree haberlo logrado en su Filosofía fundamental, que él llama Lógica. Con esa enorme averiguación, dueño del máximo secreto que es lo Absoluto, se dirige a la naturaleza, se dirige a la historia, que no son más que partes o modos de lo absoluto. Pero, claro es, va a ellas en una disposición intelectual opuesta a la que inspira el método empírico que acabo de dibujar. Hegel no es hombre de penetrar en la historia, sumirse en ella, perderse en la infinita pululación de los hechos singulares para ver si consigue de ellos la esencial confidencia. Para ver si los hechos le descubren su verdad latente. Todo lo contrario: cuando Hegel se acerca a la Historia, sabe de antemano lo que en ella tiene que haber pasado y quién es el alguien de su acontecimiento. Llega pues a lo histórico autoritariamente, no con ánimo de aprender de la historia, sino, al revés, resuelto a averiguar si la historia, si la evolución humana se ha portado bien, quiero decir, si ha cumplido su deber de ajustarse a la verdad que la filosofía ha descubierto. Este método autoritario es lo que Hegel llama “Filosofía de la historia”.
La realidad única, universal absoluta, es lo que Hegel denomina “Espíritu”. Por tanto, todo lo que no sea francamente Espíritu tendrá que ser manifestación disfrazada del Espíritu. En la medida en que no “parezca” ser Espíritu su realidad será pura apariencia, ilusión óptica no arbitraria, sino fundada en la necesidad que el Espíritu tiene de jugar al escondite consigo mismo.
¿Qué es el Espíritu en Hegel? No nos engañemos: el Espíritu en Hegel es una enormidad en todos los sentidos de la palabra: una enorme verdad, un enorme error y una enorme complicación. Hegel es de la estirpe de los titanes. Todo en el es gigantesco, miguelangelesco.
Yo no se cómo en poquísimas palabras se pueda proporcionar un atisbo de lo que Hegel entiende bajo ese soplo verbal que es el vocablo “Espíritu”.
Es preciso declarar que el vocablo”Espiritu”, empleado por Hegel para denominar tan enorme y definitiva realidad como la que con él quiere enunciar, no es muy acertado. Se han llamado espíritu tantas cosas, que hoy no nos sirve esta deliciosa palabra para nada pulcro. Hegel mismo vaciló mucho antes de decidirse por esta terminología. En su juventud prefería hablar de “vida”. Hoy le acompañaríamos en esa preferencia. ¿Por qué?
En esta parte hay algunas explicaciones que para este trabajo no nos interesa, lo que si es necesario adjuntar es el siguiente párrafo.
Historia y Geografía
El espiritualismo radical de Hegel domina su concepción de la historia. Es éste un drama que consiste en un apasionado monólogo. No hay más que un personaje: El Espíritu. A este personaje le acontece perderse en sí mismo, en la selva magnífica de sí mismo, y se afana heroicamente en encontrarse. Para esto necesita caer en la cuenta de que él existe y de que todo lo demás - piedra, astro, ave, hombre – no es sino secreción suya, ensayos que va haciendo para llegar a la idea de que él es y que es todo. Cuando comienza la historia, ha terminado el primer acto, en el cual el Espíritu, no se sospecha a sí mismo, “esta fuera de sí” y parece ser pura Naturaleza. La naturaleza es la selva preespiritual – lo mineral, lo animal. Ni el mineral ni el animal saben de sí mismos: gozan - ¿o padecen? – una casta ignorancia de su propio ser. Su ser consiste simplemente en “estar ahí” hincados en un lugar y un instante. Vivir en un “ahí” y en un “ahora”; esta servidumbre de la gleba espacio-temporal es para Hegel la condición de todo lo “natural”. El Espíritu, en cambio, es ubicuo eterno, mejor dicho, no está en ningún lugar, en ningún tiempo porque los contiene en sí todos. El ser del Espíritu no consiste, como el de la piedra, en “estar ahí”, sino, por el contrario, en “estar en sí u sobre sí”. Esto que Hegel insinúa se advierte muy bien en el hombre, que es, a la par, término de la Naturaleza e iniciación del Espíritu. Realidad fronteriza y oscilante, el hombre es unas veces lo uno, y otras, lo otro. Por eso distinguimos cuándo el prójimo
“esta fuera de sí” y decimos: - “¡Qué animal!” – y cuando “está sobre sí”- y decimos: “¡Qué espíritu!”.
La Naturaleza es, pues, esencialmente prehistoria, preparación o material para la historia, ya que esta es la lucha del Espíritu frente a la Naturaleza para encontrarse en ella. La Naturaleza es el escenario y la peripecia del drama, el laberinto extraño, el puro, “lo otro”donde la razón se ha perdido. En esta peregrinación del Espíritu por la Naturaleza queda calificado por ella, influido por ella, y en este proceso terrenal del Espíritu consiste para Hegel la historia. El Espíritu procede condensándose en la serie de los grandes pueblos, cada uno de los cuales es una interpretación de sí mismo que el Espíritu ensaya. Por eso en la historia no ha triunfado en cada época más que un pueblo: porque sólo en él actuaba el Espíritu, que lo necesitaba como un peldaño para su genial ascensión hasta la pura idea de sí mismo. Una vez que ha usado de ese pueblo, el Espíritu lo abandona y el pobre pueblo triunfante un día queda anulado históricamente, depotenciado como mera materia para el nuevo pueblo floreciente. Queda en suma “desespiritualizado”.
Esta es la famosa idea de Volkgeist, del “espíritu nacional” que constituye, sin duda una de las creaciones más originales del romanticismo alemán (Herder, Fichte, Schelling, la escuela histórica). El personaje único – Espíritu – se pluraliza en los “espíritus nacionales” de los grandes pueblos verdaderamente históricos – y no prehistóricos o “naturales”- : China, Egipto, India, Persia, Grecia, etc.
Ahora bien, esa multiplicación sobreviene al espíritu, que es por esencia uno, único, al ser tamizado por la Naturaleza. Al hacerse “nacional” el espíritu “nace” – y por que nace, muere, como un animal. “Nat-uraleza”es lo que nace. La nación es espíritu mineralizado y animalizado; por tanto, adscrito a un lugar, a un paisaje. La historia con su enjambre de pueblos brota de la geografía.
Hegel no puede aceptar que el espíritu “dependa” de la materia, es decir, que las condiciones naturales sean causa de cierto modo de ser espiritual. “Es opinión tan generalizada como vulgar – dice- que el peculiar espíritu nacional está en conexión con el clima de esa nación…Así se habla con frecuencia del benigno cielo jónico que ha engendrado a Homero. Y, sin duda, ha contribuido no poco al encanto de los poemas homéricos: Pero la costa del Asia Menor ha sido siempre la misma y sigue siéndolo: no obstante, del pueblo jónico ha salido solo un Homero. El pueblo no canta: sólo el hombre singular crea una poesía, sólo un individuo, y aunque fuesen varios los que han producido los cantos homéricos, siempre se trataría de individuos. A pesar del clima benigno no han vuelto a surgir Homeros, especialmente bajo la dominación turca”.
No hay, pues, que hablar del influjo causal entre una tierra y una nación. El nexo entre ambos es de especie muy diversa.
“No nos interesa considerar al territorio como localidad externa, sino atender al tipo natural de la localidad en cuanto corresponde al tipo y carácter del pueblo que es hijo de tal territorio.” “Siendo los pueblos espíritus de determinada configuración, ésta su determinación o peculiaridad sería de orden espiritual” – por tanto no originada por peculiaridades geográficas, étnicas, etc. Pero a esa peculiaridad espiritual o modo de ser “corresponde” la peculiaridad de la Naturaleza en la región donde el pueblo se forma. Hegel no aventura más. Se contenta con hablar de” correspondencia” para designar relación entre pueblo y contorno físico.
Una Historia Actual Relativa y Global
Cuarta Parte
Los hechos históricos
Reflexionar sobre los factores que inciden, para que los hechos históricos sean tales, es reflexionar sobre inmensos sistemas de múltiples factores, sobre los cuales es difícil buscar formas de comportamientos que sean constantes y en base a ellos construir una arquitectura lógica de espectro total.
Esto podría negarse diciendo que una constante de la historia del mundo es y ha sido siempre su comportamiento evolutivo, el cual siempre tiende caminar sobre sí.
Pero ese criterio podría rebatirse también; puntualizando el hecho de que civilizaciones enteras, que en un momento estaban a la vanguardia de la historia, ahora se encuentran a la cola sin encontrar una explicación satisfactoria que explique su deterioro.
Hay estudios sobre el tema que parten de la pregunta ¿Por qué pueblos y naciones que en un momento marcan el paso de la historia, entran en decadencia sin encontrar el remedio que les cure de este mal?
Sin poder responder a esta pregunta de una manera satisfactoria se trata de encontrar una analogía que al comparar la vida de esos pueblos y civilizaciones; con la vida humana, esto se resuelva de la misma manera; es decir las civilizaciones nacen, crecen y se expanden y al final envejecen y mueren.
La construcción de la historia
Cuando revisamos las noticias, las mismas que en el futuro, serán los instrumentos sobre los cuales se escribirá la historia; podemos encontrar que sobre un mismo hecho noticioso se derivan cualquier cantidad de formas de comunicación e interpretación de ese hecho. Esto, que aparece como una distorsión del hecho, no es más que la modificación que éste sufre al ser visto y redescrito por un observador.
En la observación del hecho el observador juega un papel de gran influencia, a tal punto que al comunicarlo, ese hecho ya ha sido modificado.
Si la siguiente comunicación de ese hecho se basa en la primera comunicación del mismo, la modificación crece y así sucesivamente de manera geométrica.
Esto nos lleva a comprender que los hechos sobre los cuales se escribe la historia; y en ella ocupan un lugar, sufren una razonable modificación por intervención de quienes los relataron, los investigaron y los introdujeron en la historia y que a través de ésta llegarán a un receptor final. Dicho esto de otra manera, el hecho histórico, que es diferente al hecho en sí, esta en función del hecho en sí y de quienes intervinieron en su construcción para convertirlo en eso: en un hecho histórico.
Esa “función de”, es el concepto básico, sobre el se basa la historia como una construcción, en todas sus fases y como un producto final de carácter relativo.
Esa relatividad de la historia sugiere algo a la filosofía, y sobre eso trataremos más adelante.
Con estos criterios es claro, que la Filosofía de la Historia de Hegel, entiende las cosas de una manera completamente diferente, o mejor dicho, diametralmente contraria.
Hegel y la teología de la historia
La preocupación de Hegel por establecer una continuidad en el desarrollo religioso de la humanidad, hace que su filosofía camine de la mano de Dios, del pueblo alemán y de su propia construcción; que es, no solo gigantesca, sino además complicada y difícilmente expuesta. Algunas de estas características de la filosofía hegeliana, son una condición comprensible, si ponemos atención a los resultados que él se propone es su trabajo filosófico.
Con la Filosofía de la Historia, Hegel quiere alcanzar un enorme objetivo:
“La necesidad de una ciencia absoluta, que sea autoconocimineto de la razón absoluta, esto es, de la realidad infinita”
En cuanto a la Filosofía de la Historia la pretensión es similar: “Al hablar sobre cosas materiales o históricas, Hegel quiere evitar decir sobre ellas verdades parciales. Se exige la verdad absoluta, y, por tanto, tiene que averiguar ante cuál es la absoluta realidad, de que todo lo demás no es sino modificación, particularización, ingrediente o consecuencia”.
Dentro de esas expectativas, la arquitectura filosófica hegeliana: La Fenomenología del Espíritu, La Formación del Sistema, la Lógica, La Filosofía de la Historia, La Historia del Espíritu, todas y cada una, son elementos enormes, necesarios para una enorme construcción filosófica.
Es indispensable también que esa arquitectura sea cerrada, y dentro de ella los conceptos que se manejen tengan esa condición de Absolutos.
Tratar de unir los cielos con la tierra, lo divino con lo humano, los pueblos con un Estado ejemplar no es tarea fácil y tratar lograr este trabajo en el solo terreno filosófico me parece imposible. Más claro se me presenta y mucho más comprensible el entender la arquitectura Hegeliana, especialmente su entender de la historia, mas cerca de una Teología de la Historia que de una Filosofía de la Historia.
Historia y Filosofía
Si la historia es relativa y tiene su propio mundo de complicaciones sobre las cuales camina, ese carácter relativo esta mejor recogido, si su construcción se la lleva a cabo bajo métodos empíricos y bajo las propias técnicas de las ciencias de la historia como la historiografía.
Como veíamos en la parte pertinente a la construcción de la historia, la relatividad de la misma sugiere algo a la filosofía: “tomar perspectiva” situarse a una adecuada distancia, permitirse reflexiones sobre la historia y sus hechos que tengan un horizonte más amplio a los intereses propios de la historia y a su substancial relatividad.
.
Esto nos podría llevar a una filosofía de la historia que manteniendo la naturaleza relativa en el terreno de la historia se oriente a una universalidad en el terreno de la filosofía.
Una Historia Actual, Relativa y Global
La forma como se relacionan las personas en el mundo actual, desbordado de tecnología, hace que las relaciones entre las gentes de este mundo y en estos tiempos se caractericen por rebasar todas las fronteras territoriales. El conocimiento fluye, a través del llamado ciberespacio, de manera vertiginosa.
El famoso tiempo real existe, y permite no solamente conocer de manera pasiva lo que sucede en cualquier parte del mundo, sino además participar e influir de ese suceso.
Las academias ofrecen esos conocimientos sin requisito de presencia del estudiante, los grupos sociales, cualquiera que sean sus intereses y misiones, pueden interactuar con sus pares en cualquier parte del mundo, las formas de intercambio en los negocios presentan el mismo carácter, y por lo tanto los individuos de cualquier país del mundo, pueden y tienen inmensas opciones de identificarse y adherirse, “con formas de vida” en la más amplia extensión de la palabra, que les son atractivas a sus propios intereses.
Esa es otra fase de la relatividad de la historia, pues las clásicas concepciones territoriales, éticas, culturales el mismo genio de los pueblos, al que nos referimos anteriormente son comprensiones relativas, en las circunstancias globales no pueden ser absolutas.
Conceptos de identidad, de región, de nación de supranación, existen dentro de este escenario.
En este sentido tratar de desprenderse de lo global, para sumergirse de manera fundamental en lo regional, nacional, particular, doctrinario, político, económico o cultural va a tener como resultado eso, ser una pequeña y válida visión de esa parcialidad.
Si el quehacer filosófico-histórico no se entiende a si mismo, dentro de la más amplia visión, y se reduce a válidas pero simples parcialidades, quién va a cubrir ese espacio que la los filósofos dejan.
Historia Intelectual de la Humanidad, Peter Watson, Ededsa-España 2007, Págs. 503, 504
Historia de la Filosofía, Nicolás Abbagnano, Monter y Simón SA-España, 1955, Tomo II Pág. 475
Historia de la Filosofía, Nicolás Abbagnano, Monter y Simón SA-España, 1955, Tomo II Pág. 477
Historia de la Filosofía, Nicolás Abbagnano, Monter y Simón SA-España, 1955, Tomo II Págs. 477, 478
Historia de la Filosofía, Nicolás Abbagnano, Monter y Simón SA-España, 1955, Tomo II Págs. 480
Historia de la Filosofía, Nicolás Abbagnano, Monter y Simón SA-España, 1955, Tomo II Págs. 482
Historia de la Filosofía, Nicolás Abbagnano, Monter y Simón SA-España, 1955, Tomo II Págs. 482
Historia de la Filosofía, Nicolás Abbagnano, Monter y Simón SA-España, 1955, Tomo II Págs. 482, 483
Historia de la Filosofía, Nicolás Abbagnano, Monter y Simón SA-España, 1955, Tomo II Págs. 486
Historia de la Filosofía, Nicolás Abbagnano, Monter y Simón SA-España, 1955, Tomo II Págs. 487
Obras Completas , José Ortega y Gasset , Revista Occidente, Madrid, Tomo 5, Pág. 415
Obras Completas , José Ortega y Gasset , Revista Occidente, Madrid, Tomo 5, Págs. 415 y 416
Obras Completas , José Ortega y Gasset , Revista Occidente, Madrid, Tomo 5, Pág. 417
Obras Completas , José Ortega y Gasset , Revista Occidente, Madrid, Tomo 5, Pág. 418
Obras Completas, José Ortega y Gasset , Revista Occidente, Madrid, Tomo 5, Págs. 419, 420
Obras Completas, José Ortega y Gasset , Revista Occidente, Madrid, Tomo 5, Págs. 422, 423, 424