lunes, 22 de febrero de 2010

Deseo, significado y goce: objetos en arte y en psicoanálisis.

Por: Yolanda Vega

Objeto en psicoanálisis es aquello en lo que o por lo cual la pulsión se satisface. Pulsión es el concepto fronterizo que une lo somático y lo psíquico, “un representante (Repräsentant) psíquico de los estímulos que provienen del interior del cuerpo y alcanzan el alma, como una medida de la exigencia de trabajo que es impuesta a lo anímico a consecuencia de su trabazón con lo corporal.”[1] Urgencia de acción cargada a lo anímico desde su conexión innegable con el cuerpo.
Pulsión es lo que moviliza al sujeto, el fragmento de actividad que se moviliza en el sujeto, en procura de su meta primordial: la satisfacción. Para lo cual se sirve de un objeto con el cual no tiene más anudamiento que el significante. Entre pulsión y objeto no hay correspondencia originaria, no hay ligazón definitiva ni pre existente más que la dada por la posibilidad del objeto, instalada por la posibilidad significante de llevar a la meta pulsional. Por lo tanto no existe un objeto propio, único, exclusivo de la pulsión. La pulsión y sus objetos son constantes, plurales y parciales mientras el deseo es uno. Entonces entre pulsiones y deseo la relación es que ellas son modalidades del deseo. La pulsión se puede satisfacer con diferentes objetos. Sin embargo, el efecto significante en un temprano período del desarrollo pulsional, puede llevar a una fijación entre objeto y pulsión, por ejemplo en el fetichismo. El ejemplo clásico de Freud: el “Glanz auf der Nase”, Glanz, brillo en alemán; glance, ojeada, vistazo en inglés, que causa que para un sujeto, el objeto de amor sea elegido solo si sobre la nariz (fetichizada) de la amada, existe un brillo, una mirada por y para ese sujeto particular.[2]

En este campo, ¿dónde se inscriben los objetos del arte? En Candilejas, del año 1952, Calvero, un payaso sin gracia, el personaje de Chaplin, transmite a Teresa, (Claire Bloom) una bailarina melancolizada, fallida suicida, que no encuentra el significado de la vida, esta idea: la vida se trata más de deseo que de significado, una rosa es una rosa sin preguntarse por su significado. Hay aquí planteada una división que me gustaría considerar no excluyente de estos dos elementos del objeto, es decir se podría pensar que en relación al objeto prima uno sobre otro: el significado en detrimento del deseo, o al contrario, el deseo ajeno al significado.

El lugar del objeto en psicoanálisis es el de coincidencia entre deseo y significado, aunque los objetos varíen por la parcialidad intrínseca a la pulsión.

Freud se ocupó de pensar en relación al arte el por qué y el cómo del acto creativo y el significado del objeto producido por ese acto, el objeto del arte. Se enfocó en la función psíquica de la fantasía, en la elaboración de recuerdos y en los contenidos inconscientes, reprimidos que a través de una sublimación, llevaban a la creación o a la elaboración de objetos de arte, productos socialmente valiosos, en las razones por las cuales mientras el neurótico hace castillos en el aire, el artista crea objetos.

Los objetos de la pulsión en Freud son el objeto oral, el pecho, el objeto anal, las heces, el objeto genital y el pene cuando Freud examina el complejo de castración. Así aparece el espacio para las adicciones orales, el goce en el lenguaje, entre tantos otros objetos. Lacan enfatiza la diferencia entre necesidad y deseo y añade a los objetos freudianos, la mirada, objeto de la pulsión escópica, el fonema, la voz y la nada, objetos que comparten el rasgo de no tener imagen especular por lo que no pueden ser asimilados en la ilusión narcisista de completud.

La mirada está más allá del registro imaginario para Lacan. En 1964 con el desarrollo del concepto del objeto a, Lacan separa la mirada y el acto de mirar. La mirada entonces no está del lado del sujeto sino del lado del Otro: el ojo que mira es el del sujeto, pero la mirada está del lado del objeto y no hay coincidencia entre uno y otra. Al mirar un objeto, éste siempre le está devolviendo la mirada desde un punto en el cual el sujeto no puede verlo. Esta división ojo- mirada es la misma división del sujeto escindido expresada en el campo de la pulsión escópica. El objeto arte cubre un agujero, o rodea adornándolo, un hueco, el vacío que desde la pared nos mira.

Lacan ubica al arte en el gran Otro que a partir del goce estético determina un precio al objeto arte, si bien no dicta su valor, si establece un valor comercial en el campo social. El psicoanálisis se preguntará si existe en verdad otro campo para el sujeto y hasta dónde. Y Lacan responderá con el plus de jouir, el plus de goce.

El objeto de arte se firma a diferencia de la creación artesanal. Hay una diferencia entre lo utilitario y lo gozable. Es decir deseable es no solo aquello que hace sentido al servir para algo. El impresionismo, por ejemplo, planteó sus obras como la imagen del acto subjetivo de la percepción preponderante en lugar del sustrato objetivo del ver. Devino así el objeto de arte mutable, arbitrario, a partir de la subjetividad trazando de esta manera una dirección a la autonomía del objeto de arte. De modo que el objeto del arte es un producto subjetivo siempre. Encontramos que hay un objeto resultado y un objeto causa de deseo, aunque están en relación, no son el mismo.

El objeto del arte es una apropiación, creación, expresión del artista, que al ponerse en relación con los fantasmas del espectador proporciona cierto goce estético, gracias al cual otra vez coinciden, empatan deseo y significado.

Lo característico de los objetos parciales es su posibilidad de separarse del cuerpo imaginado como uno solo, es decir unificado, completo a nivel unidad imaginaria visual. Desprenderse y alejarse. La mirada alcanza lo que la mano no y de esta manera el deseo alcanzaría su objeto. La voz se separa y fluye en el aire. El movimiento en la danza dice lo que la palabra no conoce pero el deseo reconoce. El cuerpo sin mente que fluye ausente del registro racional, sigue inscrito en lo simbólico el momento que comunica, aunque no sea su intención primera, transmite. En la danza, el cuerpo humano y su posibilidad de circulación en el espacio devienen el objeto que bordea el agujero de la falta. Bordea, nunca da en el blanco, funciona en la misma manera que su origen, la pulsión. Y entonces la presencia real del espectador no hace tanta falta como la presencia de un deseo.

La pretensión de los objetos arte sería poner en lo real la fijación, la solidificación, alguna adecuación entre deseo y significado en una cosa material, susceptible de valorar comercialmente. Y que esta fijación sea compartida por creador y comprador, que los dos compartan la elaboración, (en el sentido psicoanalítico de elaboración) del objeto. Si arbitrariamente el artista le carga un sentido significante a un objeto, esto no garantiza la coincidencia en el receptor del mismo significado y el mismo deseo. Al moverse entre marcos subjetivos diferentes, la primera idea es que será lo común del campo social lo que valide aquella pretensión, pero la intersubjetividad no siempre funciona así, más bien, nunca lo hace más que a nivel imaginario. Y es imposible quedarse en ese nivel. La intersubjetividad es el desencuentro precisamente entre mi fantasma y el ajeno. De ahí el mérito justamente del arte abstracto, por ejemplo, a diferencia del arte objeto. Lo real es lo que queda fuera del registro de lo simbólico. El arte no deja de inscribirse en lo simbólico, por eso es campo del gran Otro, por eso humaniza. De lo real lo único que queda, pero en acceso negado, es el objeto a. El objeto resto, remanente de real cubierto por simbolización.

Entonces como todo arte, su objetivo es cubrir de imaginario el agujero en lo real. Las exposiciones de cuerpos humanos embalsamados que han dado vueltas al mundo produciendo diversas reacciones: horror, curiosidad, indignación, admiración, justificadas con pretextos pseudo científicos, pedagógicos, artísticos, muestran la crudeza del cuerpo humano sin piel, lo real de la masa muscular formolizado, la diferencia de los tejidos orgánicos, una vez muerto el sujeto, una vez desaparecido el imaginario y el simbólico, sin embargo esos cuerpos que son transportados y exhibidos alrededor del mundo siguen siendo cuerpos humanos que tuvieron significado para otros seres humanos, tuvieron nombres, firmaron sus obras, afirmaron sus palabras, sintieron afectos, fueron amados y significaron deseos. Ahora son objetos de mercado. Alguien cobra porque otros los vean. Alguien cobra y alguien paga por satisfacer pulsión escópica y pulsión de muerte, por asistir a lo ominoso y en la lógica de mercado imperante hay público, la gente acude masivamente a esta “exposición”. Forzando el argumento, esta exposición de cuerpos, ¿no es arte objeto? Si exhibo un orinal, un florero, una caja de jabón con un sentido artístico, ¿en qué se diferencia de si exhibo un hombre muerto y sin piel, con sentido artístico? ¿Sigue siendo válido, primordial, mi sentido de lo artístico, el significado que mi yo imaginario creativo le da? Y que se concreta en la posibilidad, audaz y osada de mostrarlo, de ponerlo a consideración del público. Nadie obliga a los espectadores a acudir. Si responden, por algo será. Con algo del orden psíquico, fantasmático común, si fuese posible, se conectará.

Charles Melman propone que una nueva economía psíquica es lo que explica situaciones actuales. Y el lugar tradicional del arte en estas queda en cuestión y en movimiento. Economía que gira en torno al goce más que en torno al deseo. Y entonces este arte ¿todavía humaniza?

El arte no deja de bordear el objeto de deseo, no puedo poner nada en lugar del cuadrado negro que agujerea el fondo blanco, puedo llenarlo con imágenes de la Matrix, puedo poner gente en ropa de látex, o sin ropa, o sin piel, puedo poner una gorda cantante de ópera, íconos rusos, niños magos, jeroglíficos, ideogramas chinos, runas vikingas, colores y formas, la Monalisa, un servilletero de tango, me devuelven la mirada. Me miran y me convierten en su sujeto, al ser estas imágenes mi objeto. Me convierten en su sujeto de goce. De goce y ya no de deseo. Sujeto gozante al precio de haber dejado de ser deseante. Sujeto que saldrá corriendo a buscar con qué llenar la falta, con que adornar el vacío.

Estamos entonces lejos de los días cuando la rosa era la rosa y no se preguntaba por su significado o su deseo. Pero, ¿Cuál es la verdad de la rosa? La verdad se crea en el sujeto quien llega a serlo través de sus objetos. No hay más verdad en el deseo que la posibilidad significante. Bajo la lógica del goce, sujeto y objeto se equiparan, se adecuan y se homologan. Lo que no difiere mucho del concepto de que fantasma es la manera que el sujeto construye para hacerse objeto del gran Otro. Para estar en relación con el Otro y sostener una existencia simbólica

[1] Freud, pulsiones y destinos del pulsión, p 117

[2] Este caso de Freud está publicado en el artículo Fetichismo de 1927..