martes, 2 de junio de 2009

¿Vecinos o ciudadanos?: la identidad del Reino y la Audiencia de Quito a finales del período colonial.

Carlos Paladines
CCE.- Mayo del 2009

"En este momento, me parece, señores, que tengo dentro de mis manos a todo el globo; y lo examino, yo lo revuelvo por todas partes, yo observo sus innumerables posiciones, y en todo él no encuentro horizonte más risueño, clima más benigno, campos más verdes y fecundos, cielo más claro y sereno que el de Quito,..."

INTRODUCCIÓN

En el No. 2 de Primicias de la Cultura de Quito -1792-, bajo el titular: “Avisos interesantes”, se publica una nota suscrita por Pedro Lucas Larrea.

La voy a citar in extenso por el valor que tiene para el propósito de examinar la visión que de Quito, de la Audiencia de Quito, tuvo el movimiento ilustrado. La carta es una especie de cantera de la cual extraeré el material necesario para reconstruir ese rico proceso que desarrolló el movimiento ilustrado para imaginar, entender y construir la identidad de la Audiencia.

El epicentro de dicha concepción y construcción lo sintetizo en la pregunta: ¿Vecinos o ciudadanos de Quito?, disyuntiva o paradoja que desde el punto de vista de la lógica formal se presenta como contraria o excluyente de uno de los dos polos, pero que desde una lógica histórica o dialéctica integra o incluye a ambos elementos: la ‘vecindad’ y la ‘ciudadanía’, sin desconocer la diversidad de su lógica política y hasta de sus tensiones y enfrentamientos, los mismos que se asumieron en un proceso histórico que consiguió, años más tarde, el fin de trescientos y más años de dominación y el inicio de una nueva forma de vida: la republicana y democrática, unidad ésta, de orden superior.

Dice Pedro Lucas Larrea: “Señor doctor don Eugenio Espejo. Muy señor mío y dueño de mi singular estimación: La complacencia con que he leído siempre las bellas producciones de su admirable Ingenio, me hizo que traslade el Discurso dirigido a Quito con el pensamiento ventajoso de la erección de una Sociedad Patriótica. Esta copia la remití a mis hermanos los Ex jesuitas quienes me responden las cláusulas siguientes: “Ahora estamos ambos traduciendo en italiano la bella Historia de Quito, que en tres tomos ha escrito en español nuestro paisano Don Juan Velasco. Ambrosio traduce la parte de la historia natural de plantas, animales, pájaros, minerales, etc. Y yo la parte de la historia civil y política: y no pensamos en el día, sino en imprimir dicha Historia en italiano, si se puede, que será muy celebrada. (…)

Verdaderamente es pieza admirable, y digna de que la vea todo el Mundo. Su autor muestra en ella su gran talento, su vasta erudición y sus grandes y ventajosas ideas en beneficio de la Patria: Pensamos enviarla a Roma a Ayllón, a Faenza, a Velasco, para que la inserte en la admirable Historia que escribe de Quito en español, y a otras partes, dicho Discurso, para que hagan concepto del sobresaliente ingenio de nuestro compatriota Espejo. (…)Todos los autores que cita Espejo, los hemos leído acá con horror, por las enormes imposturas, falsedades, y denigratísimos dibujos de toda la América, y los Americanos; principalmente el maligno, y fanático Prusiano Monsieur Paw, quien dice tantas bestialidades de los Americanos. Contra todos ellos han escrito admirablemente Don Francisco Xavier Clavijero, en su excelente Historia de México; un Chileno Molina, en la Historia de Chile; y nuestro Don Juan Velasco en la cita de Quito”.

EL ESCENARIO Y LOS ACTORES

La carta de Pedro Lucas y de su hermano Ambrosio Larrea se formuló en una circunstancia especial: la expatriación de que eran víctimas ambos y alrededor de 300 jesuitas; y toma en cuenta al menos a cinco actores: al ‘padre de la historiografía’ ecuatoriana: Juan de Velasco; al ‘padre de la filosofía’ en el Ecuador: Eugenio Espejo, a los hermanos Larrea en su calidad de de representantes de cientos de emigrantes o desterrados; a los miembros de la Sociedad de Amigos del País, y al pueblo de los barrios de la Capital, todos ellos actores envueltos en un escenario que actúa como base de sus planteamientos pero a su vez como meta o referente: la identidad del Reino y la Audiencia de Quito a finales del periodo colonial.

Por supuesto, no descenderé a pormenores sobre la apasionante, compleja y rica historia de la construcción de la identidad de nuestro pueblo, en aquel tiempo; trataré de ceñirme a los momentos fundamentales de su despliegue. Iniciaré el análisis por los actores para luego centrar la atención en el escenario y, posteriormente, en el proceso que condujo al movimiento ilustrado a desarrollar los mensajes y planteamientos básicos sobre el Reino y la Audiencia de Quito, aspectos todos ellos que ponen de manifiesto una experiencia humana e histórica de construcción de identidad extraordinaria o sublime, que en alguna medida aún nos interpela en el presente o al menos llama a su admiración.

Comenzaré por Juan de Velasco. A mediados del XVIII, germinó en la Audiencia la crónica y la narración histórica, en un reducido pero selecto grupo. Se puede constatar una serie de trabajos, algunos aún inéditos, como informes de autoridades, historias generales y particulares, narraciones y crónicas, en los que predomina la descripción física y geográfica, pero también la relación de instituciones, personalidades, obispos, presidentes de la audiencia y acontecimientos que gravitaron o sobresalieron a lo largo del devenir de aquel tiempo.

Sintetizó este movimiento y lo condujo a sus más altos logros, Juan de Velasco, en Faenza, con su Historia del Reino de Quito. A través de este y otros trabajos, el ‘fundador o padre de la historia’, coadyuvó a la toma de conciencia del hombre americano y al desarrollo del conocimiento e identidad de nuestro pueblo. Por sus páginas, en forma pormenorizada, es posible encontrar un amplio registro de infor­maciones y rasgos de identidad.

En esta obra hay un legado que es del caso resaltar: estamos ante los primeros brotes de una ‘conciencia o identidad de lo propio’, construida a través de la literatura; ante los primeros gérmenes de una ‘conciencia histórica’; ante el redescubrimiento no solo de la Audiencia de Quito sino del Reino de Quito, desde una nueva óptica, hasta entonces desconocida. Iniciábamos así la conformación de una individualidad que se percibía distinta de los otros virreinatos y hundía raíces en tiempos anteriores al descubrimiento o conquista de nuestros pueblos. Era el investigador que mostraba como se había conformado el Reino y la Audiencia y los grados de intensidad, rupturas y permanencia de dicho proceso.

Pero Juan de Velasco no solo produjo materiales importan­tes para el proceso de autoconocimiento y autovaloración del Reino y la Audien­cia de Quito; rol importante jugó en la construcción de un discurso reivin­dicatorio de América y de los americanos a través de la crítica a las versiones denigrativas de América. Juan de Velasco consideró a tales ‘doctrinas’ expresamente como ‘calumnias’, parte de la ‘leyenda negra de América’. Las versiones que circulaban por Europa y encontraron adeptos incluso en América sobre la defectuosa e inmadura naturaleza no sólo de la geografía americana sino también de su flora, de su fauna y hasta de sus hombres y de los pueblos indígenas, dio pie a Velasco para salir, a través del testimonio de hechos y documentos en defensa de su tierra y de su pueblo. Se hacía indispensable refutar calumnias, falsedades y errores que algunos escritores europeos habían puesto a circular. Cornelio de Paw decìa: “Plantas, animales y hombres son más pequeños y de degeneración continua; la tierra está bañada de aguas muertas y por ello es casi estéril; las plantas, en su mayor parte, son venenosas; el aire es malsano y frío. Los hombres no pueden diferenciarse de las bestias más en la forma, pues su racionalidad es mínima”.

No se ha valorado suficientemente la contribución que para la conformación de una conciencia quiteña tuvieron las descripciones geográficas e históricas, pero no cabe duda de que ese atar la reflexión a la singularidad o escenario de tipo geográfico como también al dato, circunstancia o hecho histórico, despertaba sentimientos patrios, enriquecía la comprensión de lo local, transformaba a las personas en vecinos, y, a largo plazo, hasta comprometió al mismo ejercicio de la libertad política, La nostalgia del Reino y la Audiencia.

En esta compleja tarea de admirar y valorar lo propio, especialmente su espacio y su historia, pero desde una situación de destierro o alejamiento del suelo patrio, jugaron un rol especial los jesuitas del ‘extrañamiento’ –expresión con que se los bautizó en una obra que recogió lo mejor de su producción-. Ellos cargaron sobre sus espaldas la doble tarea que encierra ese término, como si se tratara de las dos caras de una misma moneda: por una parte, la relativa a la acción y al efecto de extrañar, en cuanto esto significa desterrar, confinar o expulsar a alguien; y, por otra, la acepción que tiene que ver con el proceso de añorar, evocar, echar de menos algo como fruto precisamente de la expulsión sufrida.

Fueron alrededor de 270 desterrados o deportados de la Audiencia de Quito, 1767, los llamados a exaltar, a revalorar a la Audiencia, en cuanto única e incomparable, en cuanto perfectamente individualizada, distinta de otras regiones o países americanos o europeos. Todos tuvieron que pasar sustos y carreras a lo largo de un tormentoso viaje que para algunos concluyó con la muerte en plena travesía y para otros con la vida pero en situación de confinamiento, lejos de la patria, en Alemania algunos y la mayoría en Italia. Ninguno de todos ellos logró volver al Ecuador. Pero una vez afincados en Italia los jesuitas nativos, si bien eran relativamente pocos en relación a los jesuitas extranjeros que habían trabajado en Quito: alemanes, italianos, españoles, todos ellos reconstruyeron a su patria desde la distancia.

En esta perspectiva de acordarse y rememorar la patria o de hacer memoria de lo vivido en la Audiencia de Quito, los jesuitas del extrañamiento cumplieron un papel importante para la conformación de la identidad nacional. De los 408 volúmenes que aún quedan en la Biblioteca Nacional: Eugenio Espejo, 58 volúmenes fueron escritos por los desterrados y en ellos late manifestaciones de su vida en la Audiencia, de los trabajos que desarrollaron, las asignaturas que enseñaron, los personajes con los que trataron y los momentos e historias en que participaron. En obras de más de 600 páginas cada una se transcriben numerosas cartas que ellos dirigieron a sus amigos y familiares como una serie de poesías que encierran la nostalgia sufrida al recordar a las aves, al sol, a los arroyos y a las flores de la Audiencia. En definitiva, quien creyera, en el exilio, a través de la nostalgia y la añoranza se valoró y se revivió, incluso con más fuerzas las costumbres, los valores, los personajes y la presencia misma de todo aquello de que se les había privado. Salir fue una forma de regresar con especial intensidad; de revalorar y enseñar a valorar lo dejado a la fuerza.

De modo similar a como en <>> y <> se hizo presente la historia y la geografía, los perfiles y los contornos de la Audiencia, cobró especial vida la Región Amazónica, en <>, obras que describe las experiencias vividas desde el descubrimiento del Río Amazonas, el origen y nombre de sus diferentes afluentes, pasando por el proceso de formación y asentamiento de los pueblos indígenas, la fundación de las nuevas ciudades, los alzamientos indígenas, hasta los idiomas y las costumbres de los nativos en cuanto a sus sistemas de salubridad, alimentación, trabajo, vivienda, etc. También apuntalaron estos esfuerzos de construcción de la identidad de la Audiencia la producción literaria y poética de; al igual que los abundantes comentarios, discursos e informes de Fray Gaspar de Villarroel. Era todo un imaginario, un conjunto de metáforas, analogías, poesías, símbolos y descripciones creadas por la literatura local las que concurrieron a despertar y consolidar en la élite ilustrada un sentimiento de identificación con la Audiencia y de valoración de la misma, que posterior y gradualmente se extendió a la mayoría de la población, al menos de sus principales ciudades.

La Sociedad de Amigos del País.
Un cuarto actor, decisivo en la compleja tarea de construcción de la identidad de la Audiencia, fue el conjunto de socios protectores y de número de la Sociedad de Amigos del País y junto a ellos de su órgano de expresión: Primicias de la Cultura de Quito.

A fines de 1789, se lanzó la propuesta de conformar esa Sociedad, germen de una cruzada de transformación integral de la Audiencia por la participación de hombres competentes que enfrentarían cada uno de los vacíos y deficiencias que afligían a la Audiencia. Las sólidas relaciones de amistad y confidencia que mantenía Espejo con algunos representantes del ala progresista de la aristocracia criolla y terrateniente aseguraban la viabilidad del proyecto. El Discurso supo integrar dos dimensiones: la de crítica fundamentada al sistema colonial y la de propuestas alternativas, mediaciones ambas de una estrategia que integraba el imaginario general, los símbolos, los intereses y los caminos a seguir por este grupo tanto en su forma de ver la realidad circundante como de enfrentarse a ella.

La Sociedad pretendía, como se expresa textualmente al inicio de sus Estatutos: <<... procurar, por cuantos medios fueren posibles, a la Patria y al Estado su conservación, restablecimiento, y progreso feliz en todas sus líneas>>. Mas si la misión última era tan amplia, los objetivos inmediatos tampoco eran cortos e intentaban igualmente resolver todo género de dificultades. Así, por ejemplo: el propósito de la primera comisión era fomentar, perfeccionar y mejorar todo lo correspondiente a los ramos de la agricultura y economía rústica; la segunda tenía por objeto la enseñanza de las ciencias y artes instructivas y análogas a los oficios de nuestros artesanos, especial­mente a los de la agricultura, metalurgia, fábrica de telas de lana y algodón, pintura y escultura; la tercera debía velar por los ramos principales de la industria, el comercio del reino, los obrajes,...la última estaba llamada a promover todo cuanto pudiera contribuir al buen gobierno e ilustración del público.

Así, en el extremo final de la producción de Espejo, en su discurso para el establecimiento de una “Escuela de la Concordia”, se realizó una síntesis entre aspectos referentes al quehacer científico, a la renovación cultural y literaria, a la información, a la generación de símbolos y a la difusión de conocimientos útiles, tareas a las que suma importancia asignaron los ilustrados y a los aspectos que guardaban relación con mejoras de carácter económico-social y resolución de problemas productivos inmediatos. En otros términos, el interés por la naturaleza y su estudio sistemático fue parejo con el espíritu de aplicación del conocimiento y la utilización de los recursos naturales. Así se terminó de elaborar el más completo ‘proyecto de renovación o reforma’ de la Audiencia de Quito, en aquellos tiempos.

Los barrios de Quito

Otro actor clave en el intento de despertar y fundamentar los sentimientos patrios, los lazos de sangre, el amor a la tierra natal fueron los lectores del flamante periódico. Básicamente se trataba de dos tipos de lectores: por un lado los miembros de la sociedad y los criollos ilustrados que nunca fueron muchos; y, por otro, las gentes poco ilustradas de los barrios de Quito, estos últimos bajo una dinamia diferente pero no por ello menos importante.

Sería incompleta una visión de este segundo tipo de actor sin tomar en cuenta sus formas de expresión: hojas volantes, pasquines, graffitis, tonadas, disturbios y levantamientos que no se expresaron a través de cánones formales: libros o artículos académicos sino en los muros, las plazas y las calles, pero que sirvieron para apuntalar el proceso de conformación de una conciencia nacional. A través de pasquines fijados en la oscuridad de la noche y de hojas volantes repartidas clandestinamente se hizo presente la voz de los barrios de Quito, si cabe el término, de los ‘plebeyos’.

No se ha rescatado aún con la profundidad que lo amerita este tipo de discurso y sus prácticas y estrategias, pero no cabe duda que su función fue clara y coadyuvó a conformar la conciencia nacional. Los barrios de Quito que contaban ya a su haber con una larga tradición de levantamientos, siendo los más notables los realizados con motivo del estanco de aguardiente y el establecimiento de las aduanas: se organizaron para la lucha a través de estos medios. El “Convite de San Roque a los demás barrios”, logró “Juntar como quince mil hombres de todas clases y colores, hicieron zanjas y cortaduras muy profundas en los caminos, formaron trincheras en las calle, agujeros en las casas para disparar desde ellas (…) Fundieron cañones con las campanas de las iglesias, hicieron pólvora y balas hasta con las pesas del reloj de la torre, que eran de plomo, y dispararon cohetes llenos de púas y alfileres envenenados y en fin, no perdonaron medios ni arbitrios para hacerse temibles y respetables”. Seguramente la dinámica de conformación de la conciencia popular era diferente, y se nutría sobre todo de demandas generadas por la desatención a necesidades básicas, pero además lo que irritaba al pueblo de Quito, lo que agotaba su paciencia era la dominante altivez de los europeos, su codicia insaciable, su insolencia y sus abusos escandalosos, caldo de cultivo de una conciencia de ruptura del régimen español.

EUGENIO ESPEJO
Pero el actor que desplegó al más alto nivel los planteamientos sobre las maravillosas condiciones naturales y humanas de la Audiencia, tanto de su cielo, clima, minas, manufacturas, productos agrícolas y ganaderos,... al igual que sobre las virtudes y cualidades extraordinarias de sus habitantes: orfebres, artesanos, agricultores e intelectuales fue, sin lugar a dudas, Eugenio Espejo, que al mismo tiempo que asumió esta perspectiva la transformó y la llevó en una dirección fecunda.

En relación al espacio físico sus descripciones son notables.”No hay cielo más claro y sereno que el de Quito”, decía. También son constantes las alusiones a la "gloria quitense", gloria que el resto del mundo no se atreve todavía a creer pueda reposar en los quiteños: "esto es, que haya sublimidad en vuestros genios, nobleza en vuestros talentos, sentimientos en vuestro corazón y heroicidad en vuestros pechos". Aspectos todos que debían conformar el "orgullo nacional", segunda fuente de la pública felicidad” Son reiteradas, igualmente sus anotaciones sobre el Arte Quiteño y la habilidad de nuestros orfebres y artesanos. También resalta a las figuras sobresalientes de Pedro Vicente Maldonado, hombre respetado en Londres por sus observaciones histórico-geográficas; de Miguel de Santiago, artista de la madera y el mármol; de Caspicara y de Cortez, notables en la pintura sobre la tabla y el lienzo; de Mariano Villalobos, descubridor de la canela,...

Eran los primeros pasos de un proceso que terminó por hacer del arte y las artesanías un producto con marca propia: la Escuela Quiteña, que expresaba una forma de ser y existir peculiar y por ende diversa a la de otras regiones, y que además de ser factor de identidad, en las épocas de crisis ayudó a paliar la falta de recursos con la riqueza que generó la venta de su exuberante producción. ¿"Cuál -se preguntaba Espejo-, en este tiempo calamitoso, es el único más conocido recurso que ha tenido nuestra Capital para atraerse los dineros de otras provincias vecinas? Sin duda que no otro que el ramo de las felices producciones de las dos artes más expresivas y elocuentes: la escultura y la pintura".

Este reconocimiento y revaloración de la Audiencia tiene fácil comprobación en el título de varias de sus obras: El Nuevo Luciano de Quito, Primicias de la Cultura de Quito, "Defensa de los Curas de Riobamba, Memorias sobre el corte de Quinas, obras que marcan toda una etapa de la filosofía ecuatoriana.

Además, estas obras encierran el mayor caudal de información que se podía haber acumulado en aquel entonces para reconstruir la historia de la Audiencia, de sus instituciones y de sus actores en sus facetas principales. Igualmente, la crítica al sistema de salubridad, a la situación económica y social y a las costumbres vigentes encierra la más detallada descripción de la Audiencia en cuanto a estas áreas.

En otras palabras, tanto en las páginas de la vasta obra de los ilustrados cuanto en la fecunda producción del arte y las artesanías quiteñas reposan múltiples y excelentes descripciones de valoración de la vida en la Audiencia; de afirmación de sus usos y costumbres, casas y plazas; de reconocimiento de la magnificencia de sus templos, pórticos, calles, fuentes, iglesias, capillas, recoletas, monasterios, ciudades y campos.

En tiempos de abundancia de la Audiencia se plasmó y adquirió forma todo tipo de empresas, desde aquellas de naturaleza física regidas por la arquitectura, las artesanías y las ingenierías; pasando por las de compra, venta y enriquecimiento, muy propias de la economía y el mercado; las de expansión hacia la selva amazónica, como también aquellas de carácter social o político, cuyo lugar de debate era el Cabildo, hasta arribar a las de naturaleza lúdica, que se hacían presente a través de su espléndido paisaje andino, de su intenso sol en verano, de sus densas granizadas de marzo y abril y de sus nevados, o las de carácter educativo, cultural o religioso de sus universidades, colegios y bibliotecas que proliferaron en esas décadas y que no podían faltar, ya que llevaban a su máxima expresión a todas las anteriores empresas quiteñas.


La estategia ilustrada

Con la crítica global y las propuestas de reforma quedó todo listo para avanzar hacia la estrategia requerida para la fase final del proceso: el asalto al poder.

Se estableció así un claro vínculo entre denuncia-crítica-abolición del sistema y anuncio-construcción de uno nuevo. En otras palabras, la dinámica de la denuncia condujo al movimiento ilustrado, con igual tesón al puesto en la tarea de ruptura y crítica, a diseñar y dibujar las líneas del futuro de la Audiencia hacia lo cual había que encaminarse a la brevedad posible. Por ejemplo, Espejo fue el primero en proponer un programa integral de cultura ilustrada en la Audiencia de Quito y en abrigar las esperanzas reformistas de que el perfeccionamiento del país, gracias a la iluminación de la razón en las artes, las letras y las ciencias, traería aparejando inevitablemente mejoramiento en la agricultura, comercio, producción, costumbres e instituciones y más instancias de la Audiencia, como si la vida histórico-social se plegara dócilmente a los dictados de la razón científica y como si esta pudiera penetrar y modificar tan fácilmente el curso de aquella.

Para finales del XVIII las puertas se abrieron de par en par a la discusión sobre los nuevos planes de salvación e identidad de la Audiencia, y fue en el campo de los derechos humanos, de las obligaciones y responsabilidades ciudadanas, de las nuevas formas de acción política, de la libertad e igualdad entre peninsulares y criollos en que se juzgó había que depositar las esperanzas de días mejores. Era la voz de los criollos que hegemonizó el proyecto y se daban así los primeros pasos orientados hacia una diferente legitimación y organización del gobierno, el mismo que debía descansar en la soberanía popular, en los derechos ciudadanos o del hombre. Dejaron de ser suficientes los lazos de vecindad, el habitar en un lugar o aquellos que surgen de la sangre, la religión o de compartir el pasado, el tener una historia común e incluso aquellos que brotan de repudiar la situación vigente -identidad en clave de vecindad-. Se hizo necesario un proyecto que expresase las nuevas necesidades y movilizase la capacidad de imaginar un futuro diferente y construir un nuevo sistema de vida y relaciones –identidad en clave ciudadana-.

Seguramente quien mejor expresó y condensó este nuevo mensaje de ‘identidad ciudadana’ fue Bolívar para quien: <>.

Ahora bien, a una propuesta de tal envergadura no podía faltar una visión de la historia que hiciera del futuro un referente vivo y posible de alcanzar. Lo peculiar de este modo de concebir el cambio histórico, radicó en retomar y readaptar el tradicional esquema lineal del tiempo, que establece un momento de opresión seguido por un momento de liberación a través de los pasos de superación o ruptura de la situación vigente. En otros términos, la reconocida concepción escatológica del judaísmo y del cristianismo, con sus tres momentos básicos: el Éxodo, la ruptura y el arribo a la Tierra Prometida, se trasmutaron en una concepción del progreso - modernización, acentuadamente laica e iluminista. En esta forma la dinámica ilustrada, en clave de secularización, coronó y asumió, a través de las modernas ideas de progreso, soberanía, contrato social, lucha política e Independencia, las esperanzas de redención en términos de una utopía secular. El ‘paraíso’ pasó a buscarse en este mundo y el ‘cielo’ a ubicarse en esta ‘tierra’, proceso de secularización que se impuso a lo largo del siglo XIX y gran parte del XX. Con justa razón, más de un autor ha señalado que los ilustrados pecaron de exagerado optimismo, pues no siendo más que "cuatro", -el acta de constitución de la Sociedad suscribieron veintinueve personas- sus pretensiones fueron descomunales.

LOS HERMANOS ESPEJO Y LA NUEVA IDENTIDAD

Herederos directos de los nuevos paradigmas ya ciudadanos, diseñados básicamente por Eugenio Espejo, fueron sus hermanos: Manuela y Juan Pablo, su cuñado José Mejía y más amigos y discípulos: Miguel Antonio Rodríguez, Juan de Dios Morales, Antonio Ante, Luis Quijano, Mariano Merizalde, amigo y vecino que fue asesinado el 2 de Agosto,… quienes elevaron o levantaron las banderas e ‘ideas fuerza’ a niveles de altura sorprendentes. La familia Espejo junto a los lazos naturales o espontáneos que genera la sangre, el parentesco o la vecindad supo unir los anhelos ciudadanos por reconstruir la Audiencia y construir una República, lazo este último a veces más fuerte que el primero.

La historiografía ecuatoriana aún no ha dado la debida valoración al mensaje ilustrado en cuanto conformador de la identidad ciudadana. Veamos, con riego de simplificación, el proceso de superación de la identidad vía vecindad por la conformación de este nuevo referente estratégico de identidad de los quiteños, centrado en la conquista de la ciudadanía y los ‘derechos ciudadanos’ que terminó por englobar y orientar los esfuerzos que en adelante implementó el movimiento ilustrado.

Manuela y Juan Pablo Espejo, fueron figuras claves en esta fase del proceso, pero han sido olvidadas, excluidas a pesar de su valor e importancia. A ella, en cuanto mujer, se le cerraron las puertas y terminó cubierta por el manto del “olvido”. Era mujer y a la mujer, en aquella época, no le estaba permitido entrar a recintos que pertenecían con exclusividad al hombre. Por ejemplo: la universidad, la política, los estudios, el trabajo, la prensa, la literatura,… El otro hermano de Eugenio fue varón, pero se le acusó de devaneos con una mujer y la historiografía tradicional perdona todo menos a este tipo de asuntos. Contra diversas figuras de la historia se han utilizado los rumores e imputaciones de carácter sexual a fin de minimizar su valer e instigar así a su descrédito y denigración.

Erophilia y la lucha por los derechos de la mujer y los derechos ciudadanos.

La Carta Magna sobre aspectos de género e identidad fue desarrollada a inicios de los años noventa del XVIII. En este texto, una mujer –Erophilia- expresa que se ve obligada a pronunciarse y replicar ya que en las páginas del flamante periódico no solo se incurría en una clara minus-valoración de las mujeres sino además en una solapada exclusión de ellas del mundo de las ciencias y el arte. El periódico cerraba a la mujer las puertas de acceso al conocimiento por el mero hecho de ser mujer. “En Quito, decía Erophilia, no alcanza la mujer a descubrir la sublimidad de las ciencias y todos sus misterios y solo los hombres son los que penetran y manejan ese ámbito”. En otras palabras, la mujer cargaba a sus espaldas con una centenaria desventaja. Además, como nota final añadió que la publicación “olvidaba y echaba fuera de sus consideraciones el ser y la naturaleza de la mujer”; que “explicaba el talento de observación sin tomarla en cuenta”; que “el bello sexo no figuraba delante de su entendimiento, y éste se ha vuelto de bronce, apático y enteramente ajeno de la sensibilidad respecto de aquel”. “Ah! qué funesto linaje de indolencia!”.

Con el correr de los años este texto se convirtió en una especie de ‘Declaración de Principios’, no solo por ser la primera publicación en que se mostraba de forma expresa al público, sin tapujos, la desigualdad que se vivía en las relaciones entre hombre y mujer, sino también por la fundamentación o argumentación que se hacía a favor de relaciones de equidad de género y, al mismo tiempo, por el radical repudio a ese mundo de discriminación y exclusión vigente. A través de Erophilia llegó la hora de poner punto final a ese cúmulo de vergonzosos errores y desaciertos; rebelarse contra esa “servil timidez de las quiteñas”.

Pero Manuela no solo fue pionera en aspectos de género, también lo fue en la defensa de los derechos ciudadanos. Ell, sin el más mínimo temor a la máxima autoridad y a sus poderes, basada en el legítimo derecho ciudadano a la defensa y en el respeto a la integridad de las personas inició un “Alegato”, contra Luis Muñoz de Guzmán, Presidente de la Audiencia, en palabras suyas.

Mas lo maravilloso no fue solo la defensa de su hermano, la defensa de su sangre, sino también la perspectiva con que supo asumir la lucha por su hermano, la crítica que desarrolló contra los procedimientos y autoridades del gobierno y de la justicia que no permitían el florecimiento de los derechos de las personas en estas tierras. <>. Juan Pablo y el plan de emancipación de España.

Con la ‘valoración de lo propio’ y el despertar del ‘orgullo nacional’; así como también con la visión de la nueva patria o tierra prometida, alcanzable en la medida en que se desarrolle el ámbito ciudadano, se superaba a la dinámica de vecindad sin negarla o destruirla sino integrándola al proceso de insurgencia. Por supuesto, la descripción de un proceso tan complejo en forma sumaria no es suficiente. Al momento no podemos seguir de cerca ese apasionante y rico proceso, pero Juan Pablo Espejo constituye un arquetipo, uno de los mejores testimonios o ejemplos del mismo.

Seguramente fue González Suárez el primero en ofrecer detalles sobre “las expresiones de Juan Pablo que favorecían las ideas de libertad”, sobre sus “proposiciones sediciosas y perjudiciales a la quietud de Estado” e incluso sobre un detallado “plan de emancipación”. Junto a su hermano Eugenio, él habría llegado a “concebir y difundir la idea de la emancipación política del Nuevo Continente, para fundar en las colonias gobiernos independientes, bajo la forma republicana y netamente democrática”.

“El plan de emancipación de Quito y el establecimiento de un Gobierno nacional e independiente, abrazado con entusiasmo por Juan Pablo, incluía, rupturas de la más diversa índole. Planteaba, por ejemplo: expulsar a las autoridades españolas y suplantarlas por nacionales; transformar en asunto de gobierno y no de fe la abolición del sistema monárquico; reemplazar a las autoridades eclesiásticas españolas por nativas; robustecer los vínculos establecidos ya con los patriotas de Santa Fe de Bogotá; fijar término a la permanencia de los jueces, ya que quienes administraban ineficientemente la justicia debían ser reemplazados de inmediato; reformar las costumbres de vida de los religiosos; echar mano de los Caudales de las Reales Cajas para repartirlo a los pobres y que lo mismo se haría con los caudales de los ricos, para que todos fueses iguales; disponer de los pertrechos que reposaban cerca de la Biblioteca, en el cuartel en que se custodiaban las armas del Rey, que eran el refuerzo con que contaban los Espejo para sus ideas; exigir libertad como un derecho de las personas y no una herejía; sostener que el Rey no es padre sino un tirano, y pedir un hijo a su padre la libertad no es pecado.

Estas y otras imputaciones muestran que para los realistas existía un peligroso plan de levantamiento de las colonias y que claramente los Espejo y su grupo eran los Autores y jefes de tal “Conspiración”. Eran los primeros aprestamientos para la batalla que una década después hubo de darse.

EL CAMINO HACIA LA

Anocheció en la mitad del día

Sin embargo, el camino hacia la Independencia de España estuvo sembrado de abrojos de diversa índole. A finales de 1792 abandonó la Audiencia el Obispo Pérez Calama, en el mes de diciembre de 1795 falleció Eugenio Espejo y en la primera década del siglo XIX la dinastía de los Borbones llevó al imperio a su colapso final. Napoleón Bonaparte, aprovechando las disensiones entre el Rey y el Príncipe heredero, logró en Bayona que se le entregara la corona y, poco tiempo después, su hermano José I. hizo su entrada triunfal en Madrid. Posterior­mente, el Emperador puso sus ojos, por encima de España, en su inmenso territorio colonial, mientras que, en Hispanoaméri­ca, el vacío de poder y la debilidad de la "madre patria" abrieron amplias posibilidades a los insurgentes, acelerando los planteamientos ‘autonomistas’ y posteriormente los de ya claro cuño ‘independentis­ta’.

En tal perspectiva, el rápido colapso de la Sociedad de Amigos del País cerró un ciclo, pero sirvió a su vez para abrir las puertas de otro. Además, con el fracaso de la Sociedad se marcó la línea divisoria entre la "colaboración" y la "ruptura" con el régimen colonial, inicio del proceso independentista, pues a partir de la disolución de la Sociedad, el movimiento ilustrado o por lo menos algunos de sus líderes, se vieron forzados a admitir, no sin dificultad, que las puertas que habían "soñado" abrir a fin de impulsar la renovación de la Provincia, se estaban cerrando herméticamente una tras otra, destruyendo todo el optimismo de años anteriores y haciendo cada vez más fuerte el sentimiento de que no había más salida que la subversión por el medio que fuese. Era ya hora de pensar y diseñar un ‘proyecto de ruptura’ con la madre patria.

Bolívar decía: << … el destino de la América se ha fijado irrevocablemente; el lazo que la unía a la España está cortado; (…) lo que antes las enlazaba, ya las divide, más grande es el odio que nos ha inspirado la Península, que el mar que nos separa de ella; menos difícil es unir los dos continentes que reconciliar los espíritus de ambos países. (…) Al presente sucede lo contrario: la muerte, el deshonor, cuanto es nocivo nos amenaza y tememos; todo lo sufrimos de esta desnaturalizada madrastra>>. En otro célebre texto, el Libertador señalaba: <>. En pocas palabras, para finales del siglo XVIII todo conducía a la ruptura con la ‘madre’ patria transformada ya en una ‘desnaturalizada madrastra’

El retorno de los godos y chapetones

Lastimosamente, con la vuelta de España al régimen absolutista del restaurado Fernando VII, el triunfo de la Santa Alianza y el reagrupamiento de las fuerzas monárquicas, el avance revolucionario de agosto de 1809 se vio obligado a retroceder. La reacción realista, una vez recibido el apoyo de la mano militar, lanzó una ofensiva de tal envergadura que logró reconquis­tar los territorios perdidos. En pocos años y en algunas regiones a los pocos meses, a las victorias de los patriotas les sucedie­ron las derrotas. Cayó Chile, Nueva España, Guatemala, Quito, Perú... A finales de 1815, en la mayor parte del territorio liberado volvió a restablecerse la administración colonial.

A partir del año diez, el movimiento ilustrado se vio obligado no solo a desafiar el destierro, el asesinato, la persecución y la muerte de centenares de sus hombres y a divisar como se iban diezmando sus dirigentes y simpatizantes a todo lo largo de su territorio y de los virreinatos cercanos sino también a reformular o revisar profundamente su ideario centrado en vinculaciones de carácter territorial y nacional – espacial e histórico, por un nuevo tipo de vinculación de carácter predominantemente ciudadano. Por supuesto, este nuevo paso dislocaba los planteamientos anteriores y obligaba a forjar un nuevo concepto de lo político, como ya sea ha señalado.

Al parecer desfallecía y se desangraba por los cuatro costados, un movimiento que tuvo el arrojo necesario para enfrentar con lucidez la renovación de todas y cada una de las principales áreas y actividades de las colonias, desde la reforma del "mal gusto" o los "caracteres de la sensibilidad", pasando por la modernización de la filosofía, teología, educación pública, hasta llegar a exigir la transformación de la agricultura, minería, manufacturas y, final­mente, de la misma estructura política. Pero concomitante a este proceso se aceleró la toma de conciencia de la urgencia de los valores ciudadanos, ligados estos de modo esencial con la construcción a futuro de una democracia republicana. Proceso tan englobante habla a las claras de una situación de cambio que si bien no logró el éxito deseado en primera instancia, sin embargo dejó en su haber y para un futuro no muy lejano una fiebre revolucionaria, una ilusión lo suficientemente aguda como para marcar con su sello, de modo duradero, al antiguo cuerpo social y político que logró afectar en su corta primavera.

CONCLUSIÓN: VECINOS Y CIUDADANOS

Bajo tan compleja y remozada perspectiva de identidad ciudadana, el Reino y la Audiencia de Quito fueron vistos como espacio geográfico; como espacio con historia propia; como espacio educativo, en cuanto lugar de cultura y formación del hombre; como espacio político, en cuanto polis a construir; e incluso como escenario propicio al amor, al riesgo, a la aventura, al ejercicio de los derechos ciudadanos de igualdad y libertad, dimensiones todas ellas y otras más que había que rescatar y asumir, especialmente en el sistema educativo, para construir el país que se requería. Era la propuesta de una nueva forma de vivir en Quito tanto los aspectos de vecindad como los de ciudadanía. Se trastocaban y se transformaban viejas y queridas concepciones ante la irrupción de los nuevos planteamientos políticos.

No alcanzaron muchos de los ilustrados a ver la tierra prometida: A los hombres que cayeron en la lucha contra las caducas estructuras coloniales, no les fue dado, en su primer asalto al poder, rematar la obra, pero seguramente lograron avizorar el sentido, las dimensiones y perspectivas de su ardua, gigantesca y descomunal empresa, pues eso explica su capacidad para arrostrar tan numerosas y terribles dificultades que renacían al igual que una hidra a la que trataban de minar cada una de sus cabezas, sin éxito definitivo. Esa conciencia inmanente, que dio forma a un nuevo humanismo en estas tierras y, en consecuencia, a una nueva visión de la vida y del futuro de la Audiencia, de acentuado carácter antropocén­trico, torna comprensible, al menos en parte, las dramáticas luchas de esas últimas décadas del S. XVIII y primeras del XIX.

Para concluir, valgan las palabras de Miguel Antonio Rodriguez en honor a los héroes del 2 de agosto: “Sí, quiteños, amar a la patria es virtud; servirla, obligación. Pero ¿qué es morir por la patria? Es morir por estimar la felicidad ajena como propia y despreciar la felicidad propia como inútil. (…) Es, en una palabra, ser superior a sí mismo y al resto de los demás hombres”.

La Quitología fue concebida como una cátedra informal no académica y está sustentada por Ulises Estrella desde el año 1990. Su interés primordial es propiciar un acercamiento a la ciudad y a sus signos, símbolos, mitos, tradiciones, expresiones artísticas e historia de diferentes épocas y culturas que se han fusionado en la actualidad y que necesitan ser entendidas para que el ciudadano cuente con guías sobre su noción de identidad. Este trabajo fue preparado para este proyecto de la Casa de la Cultura: <>. Mi reconocimiento a las observaciones y la crítica de Sara Palacios, Verónica Falconí, Ulises Estrella, Francisco Proaño y José Barrera, equipo responsable de este proyecto.

Eugenio Espejo, Primicias de la Cultura de Quito, (Edición de 1944), Imp. Del Ministerio de Gobierno. p. 66.
Primicias de la Cultura de Quito, (1944), Avisos Interesantes. p. 41
Ídem, pp. 92-93.
Federico Hegel, Lecciones de Filosofía de la Historia: El Nuevo Mundo, (1970),España, Ediciones Zeus, pp. 105-110.
Jaime Breilh, “Espejo epidemiólogo: nueva lectura de sus ideas científicas” En: Plutarco Naranjo y Rodrigo Fierro (editores), Eugenio Espejo: su época y su pensamiento, (2008), Quito, Corporación Editora Nacional – Universidad Andina Simón Bolívar. p. 179.
Cfr. Los jesuitas del extrañamiento, Ob. Cit. p. 38-ss.
Cfr. Biblioteca Ecuatoriana Mínima: “Historiadores y Cronistas de las Misiones”, (1960), Quito. Edt. Cajica, 506 pp.
Cfr. Biblioteca Ecuatoriana Mínima: “Los dos primeros poetas coloniales ecuatorianos”: Antonio de Bastidas y Juan Bautista Aguirre”, (1960), Edt. Cajica, 516 pp; “Fray Gaspar de Villarroel, Siglo XVII”, (1960), Edt. Cajica, 520 pp.
Carlos Paladines: Ob. Cit., pp. 200 - ss.
Cfr. Levantamientos de 1717-1725-1734-1747-1765-1779 y 1809-1812,
María Antonieta Vásquez ha iniciado investigaciones en esta línea aún poco cultivada. Cfr. Luz a través de los muros” (2005). Citado en Hojas volantes y pasquines sediciosos, Plegable por el Bicentenario. Edt. Municipio de Quito, 2008.
Ídem, pp. 64 y 73.
Escritos de Espejo, T. I, p. 84.
Cfr. Alfonso Ortiz, “Arquitectura monumental del Centro Histórico de Quito”, en: SERIE QUITO, Centro histórico de Quito, problemática y perspectivas, Edt. Dirección de Planificación del I. Municipio de Quito, 1990, Pg. 141.
Citado por: Hans – Joachim Köning, “Símbolos nacionales y retórica política en la Independencia”. En: Problemas de la formación del Estado y de la Nación en Hispanoamérica, (1984) Edt. Inter Natriones – Bonn, p. 402.
Eugenio Espejo, Primicias de la Cultura de Quito, Carta de Erophilia al editor del periódico sobre los defectos del No. 2.
Cfr. Carlos Freire, Eugenio Espejo y su tiempo,(1997), Quito, Edc. Abya-Yala, p. 43,
Carlos Freire, Op. Cit. Pg.. 43.
“Compendio de los puntos vertidos por el Presbítero Don Juan Pablo Espejo en dos conversaciones tenidas en la habitación de Doña Francisca Navarrete, que van en los mismos términos y voces que las profirió según que así se halla sentado con juramento en el Gobierno de esta Real Audiencia”, en: Carlos Freile, Eugenio Espejo: Precursor, Ob. Cit. p. 62-ss.
Simón Bolívar, Carta de Jamaica y Carta de Bolívar a Francisco Doña.

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