Felicitación a la Mesa 7. El contenido de los primeros artículos relacionados con el Régimen de Desarrollo evidencia uno de los aspectos fundamentales que caracterizan la naturaleza de esta Asamblea: la construcción de nuevos paradigmas. Y esto no es privativo de esa Mesa. En todas se plantean innovaciones conceptuales que provocan rupturas e invitan al debate. Ya en el tema de los Principios de los Derechos se pusieron de manifiesto tales rupturas al tratarse, por ejemplo, la naturaleza como sujeto de derechos, tema que ha despertado la resistencia de quienes ven sus intereses amenazados y quienes se oponen por comodidad intelectual o por apego a la tradición. En esta línea, la Mesa 7 ha planteado un nuevo paradigma: el Buen Vivir, noción que en principio parecería romántica por sus orígenes ancestrales o lírica por ser ajena a los referentes conceptuales de la sociedad moderna (capitalista).
Las rupturas históricas no son fácilmente asimilables; provocan resistencias, pero finalmente se imponen. Y los nuevos paradigmas sujetos a debate en la Asamblea son una consecuencia necesaria de una ruptura más profunda, la ruptura con el modelo imperante en la organización social del Ecuador: el neoliberalismo.
No es exagerado decir que este concepto del Buen Vivir es un paradigma, que recoge las sabidurías milenarias de Occidente y del Mundo Andino y las incorpora en el contexto de una sociedad moderna. Rescata nuestro pasado para integrarlo al presente y proyectarlo al futuro. Esa es la historia. La sociedad occidental acuñó, desde los más lejanos tiempos de su construcción civilizatoria, el concepto de Buen Vivir, posteriormente desvirtuado por la presencia de las relaciones mercantiles que supeditaron los valores humanos, la calidad de vida, el desarrollo intelectual, cultural y moral de la sociedad al enriquecimiento monetario, al ansia de acumulación material; en suma, al paradigma del mercado capitalista. También en el Mundo Andino el objetivo de las acciones sociales era el Buen Vivir. Hoy, el concepto de “bien común” que sustituyó al Buen Vivir y mediante el cual se disfrazaron las relaciones mercantiles propias de la sociedad moderna, ha perdido significado; se ha convertido en parte integrante de un discurso vacío de contenido, razón de más para destacar la importancia de esta ruptura conceptual.
Nuevas realidades exigen nuevos instrumentos conceptuales. El Buen Vivir se transforma en el concepto articulador de las acciones públicas y privadas, políticas y sociales, en el doble sentido de la palabra: como eje del desarrollo y como objetivo de la acción. Por eso, el primer artículo presentado por la Mesa 7 señala: “El Régimen de Desarrollo es el conjunto organizado, sostenible y dinámico de los sistemas económicos, políticos, socio-culturales y ambientales, que garantizan la realización del buen vivir”.De acuerdo con ello, puesto que hablar de desarrollo ya no solo remite al crecimiento económico, los parámetros para medirlo no serán únicamente los indicadores cuantitativos. Más importante que ellos es la calidad de vida de las personas, comunidades y pueblos, que resignifica lo social, lo político, lo ambiental y, por supuesto, lo económico. Con ello, además, se reivindica la dimensión social de la democracia que complementa y profundiza la democracia formal.
En este contexto, el concepto de buen vivir implica profundas transformaciones que se desprenden de su propia definición. El enriquecimiento, legal o no, es incompatible con el buen vivir; por lo tanto, el mercado, que es uno de los vehículo de enriquecimiento, debe cambiar de rol: de eje articulador de la economía debe convertirse en una actividad subordinada al desarrollo de las personas; la sociedad mercantil en la cual la competencia entre ciudadanos y sujetos sociales es una “ley natural”, debe dar paso a una sociedad de sujetos solidarios. Solidaridad versus competencia.
Implica, también, rupturas ideológicas: hábitos y comportamientos consumistas, adhesiones incondicionales a modos de vida ajenos y enajenantes deben ser sometidos a la criba de la crítica racional.
Por estas razones es necesario destacar la consecuencia más importante de este cambio de paradigmas: la recuperación de lo público conjuntamente con la redefinición del rol del Estado; y, con ello, la necesidad de la planificación nacional, que en los últimos 25 años ha languidecido hasta morir en las manos privatizadoras, tal como lo recapitulan los propios considerandos del Informe de Mayoría de la Mesa 7.
Existe, pues, una línea articuladora coherente que atraviesa los objetivos del desarrollo, la redefinición del rol del Estado y las normas fundamentales de la planificación del desarrollo, concepto éste que va más allá de la economía.
Como dijo el asambleísta Rafael Estévez del Partido Sociedad Patriótica, la Constitución que se elabora en Montecristi se perfila como la más moderna y avanzada del Continente. Por todo ello, nuevamente felicitación a la Mesa 7.
Pilar Núñez, Asambleísta.
Franklin Columba, Asambleísta Alterno
Marcelo Villamarín, Asesor