jueves, 29 de mayo de 2008

Vigencia del pensamiento ilustrado ecuatoriano


Carlos Paladines
Mayo del 2008

De una de las corrientes más importantes del pensamiento ecuatoriano: La Ilustración, no se ha logrado aún recopilar, difundir y menos todavía editar toda su ingente producción. Obras significativas de esta corriente permanecen poco conocidas y hasta inéditas, aguardando a los exploradores que logren develar tan ricos materiales; tarea esta fundamental para aquilatar, en debida forma, a un vasto movimiento que desde sus inicios, pasando por sus momentos de esplendor, hasta su desvanecimiento, cubre prácticamente un siglo de historia del pensamiento ecuatoriano.

Nos anima en estos esfuerzos por difundir el pensamiento ecuatoriano la necesidad de ir deshaciendo la actitud de desconocimiento de lo propio que impera entre nosotros, y de modo particular acerca de sus formas de pensamiento, a pesar del interés que ellas ofrecen en sus múltiples manifestaciones; actitud esta que ha impedido alcanzar, también por esta vía, un mayor grado de autovaloración y autoconciencia, tan necesario en países como el nuestro, en que las limitaciones y los problemas no son sólo sociales, económicos o políticos sino también culturales.

El primer proceso de modernización:

A lo largo de más de dos siglos, en unas ocasiones con más intensidad que en otras, el ‘proceso de modernización’ de la República del Ecuador ha estado bajo la mira permanente de políticos, gobernantes, maestros, pensadores e historiadores.

Si de remontarse a los inicios de este proceso se tratara, la odisea de la modernización del país podría ubicarse a mediados del siglo XVIII, cuando a través de la obra de un conjunto de profesores universitarios ya claramente ilustrados, se hizo presente el reclamo por modernizar la Audiencia de Quito. Como se recalca en el Estudio Introductorio, dedicaron su atención a ello, con máxima acuciosidad y dedicación digna de encomio, autores de la talla de Juan de Velasco, Magnin, Calama, Espejo, Mejía, Simón Rodríguez, Vicente Rocafuerte, por citar algunas figuras representativas.

En tal perspectiva fue la ilustración la que sembró en tierra ecuatoriana un ideario que se alimentó del proceso de secularización o separación de la Iglesia del Estado; de la defensa de los derechos del hombre; de la exaltación de la ‘razón’, especialmente el predominio de la ‘razón instrumental’; de la valoración del Individuo y de la autonomía del sujeto y su subjetividad; del Estado de Derecho; la igualdad de las personas al menos en el plano formal o jurídico; el desarrollo de la ciencia y el método experimental y la producción industrial especializada (la división del trabajo). En pocas palabras, los ideales de la revolución francesa: libertad, igualdad y fraternidad, como respuesta al estado de retrazo y sometimiento de la época colonial.

La ciencia moderna en la Audiencia de Quito

En la tarea de constitución de la Ciencia Moderna en la Audiencia de Quito y de apertura a la nueva perspectiva cien­tífica, el movimiento ilustrado también jugó un rol protagónico. Uno de los primeros pilares constituye la obra de Juan Magnin, pero el debate que se desarrolló en los claustros universitarios son un testimonio de la ardua marcha que hubo de realizarse para que la ciencia moderna gane espacio en la Audiencia. Las tareas de los ilustrados por la expansión de los libros, la educación, la prensa y más formas de comunicación fue ejemplar. El Estudio Introductoria ofrece abundantes materiales al respecto y plantea sistemáti­ca­mente las relaciones y el debate entre cien­cia y filosofía, tanto en su ni­vel teórico como práctico. Liberación del pensamiento que se hizo sentir en las primeras décadas del S. XIX, en las dramáticas luchas por nuestra emancipación política de España.

El nuevo humanismo

También en este ámbito cobra trascen­dencia la obra del movimiento ilustrado, al constituirse en un aporte básico a la plasma­ción de un nuevo ‘humanismo’ y, en consecuencia, de una nueva visión de la vida y del cosmos, de acentuado carácter antropocéntrico.

La Ilustración ecuatoriana preparó los materiales y los espíritus necesarios para la formulación del pensamiento Independentista que supieron configurar y llevar a la práctica los próceres del Primer Grito de Independencia de América. Ella impulsó a que el hombre asuma plena y resuelta conciencia de su peculiaridad espiritual, y llegue a estimarse como independiente de la naturaleza y de toda instancia superior o suprasensible, sea ésta de carácter mágico, mítico o religioso.

Al cumplirse los doscientos años de estas heroicas conquistas que, en la teoría y en la práctica, alcanzaron los ilustrados, es hora de completar la visión que construyó la historiografía tradicional, centrada ella en la presentación y análisis del proceso político, los héroes y las batallas que el ejecito libertador llevó a cabo. En la actualidad, junto a esos avances es necesario develar el otro tipo de luchas que el movimiento ilustrado, en el plano del pensamiento, la pluma y la cultura condujo con éxito. Nuevas lecturas o enfoques en la visión y rescate del proceso independentista se hace necesario.

El proceso de Independencia de España

Pero la exhaustiva obra de los pensadores ilustrados siempre ha sido vista al interior del proceso de emancipación de España. La re­novación de los estudios de filosofía que se trató de acelerar en Quito a partir de un doble desafío: el de la filosofía moderna y el de la ciencia expe­rimental estuvo insoslayablemente ligado a las luchas de la Independencia. A par­tir de 1740, desde la cátedra, no un solo científico o pen­sador sino todo un compacto grupo de jesuitas de la Universidad de San Gregorio inició el desmoronamiento, lento pero inexorable, de caducos aspectos de la en­señanza tradicional. Al interior de este proceso, lento pero inexorable, se fue abriendo paso en la Audiencia de Quito el pensamiento autonomista y posteriormente independentista. Sus principales gestores fueron víctimas de la masacre del diez de agosto de 1810, pero sus discípulos y compañeros sobrevivientes e implementaron en las primeras constituciones y leyes como en las nacientes instituciones de la nueva República el ideario ilustrado.

Balance final

Del Ecuador que transformó el proceso independentista y que marcó con sello indeleble a la naciente república del Ecuador media al presente una distancia abismal en el tiempo: doscientos años. Pero muchas de las actuales estructuras políticas, educativas, sociales y culturales, a pesar de las reformulaciones y adaptaciones a que ha obligado el peso de los años, son básicamen­te, ayer como hoy, de corte moderno o ilustrado. La ‘herencia ilustrada’ sobrevive en nuestro entramado social, sin descontar que parte de ella fue débilmente cultivada e incluso traicionada por las tentaciones del poder y las divisiones internas de las que supieron aprovechar las fuerzas tradicionales. Tampoco se puede desconocer que que algunas de las propuestas generadas en aquel tiempo siguen siendo promesa más que realidad.

Pero más allá de los errores y limitaciones como de los éxitos y conquistas del movimiento ilustrado, ayer como hoy cabe destacar el carácter de dicho proceso, el grado de ruptura que la Revolución de Agosto llevó a cabo con el régimen anterior, ruptura que implicó la puesta en crisis, de modo radical, de paradigmas y realidades coloniales an­cestrales, duras de vencer; pero además, la instaura­ción de nuevas concepciones y estructuras políticas, educativas y culturales que se lograron implantar y sobreviven hoy transformadas en ‘legado, a pesar de las dificultades.

Situación similar se vislumbra en el presente, al iniciar un nuevo milenio, en que innumerables y agobiantes limitaciones, al igual que retos gigantescos reclaman un giro copernicano. Así, por ejemplo, hoy como hace dos siglos el sistema productivo se ha vuelto incapaz de generar nuevas fuentes de trabajo para los miles de emigrantes que abandonan el país. Es clave para el desarrollo futuro del país que su economía y empresas, públicas y privadas, se mantengan en expansión y para el efecto revisen radicalmente sus actuales estructuras que más que permitirles explorar nuevas oportunidades les están conduciendo al colapso. Igualmente, hoy como hace dos siglos, el sistema educativo ha declinado a tal grado que requiere innovaciones profundas en todos sus niveles, si se quiere alcanzar los grados de calidad y desarrollo que exige el mundo actual, las ‘sociedades del conocimiento’. También el sistema judicial, de seguridad, el político, el de vivienda y el de comunicación, por citar algunos, se han tornado obsoletos e ineficaces y requieren, con urgencia, de profundas transformaciones.

Bajo esta perspectiva, el mensaje ilustrado, no tanto en cuanto momento histórico que aconteció hace ya alrededor de doscientos años, sino más bien de dimensión humana o reto permanente por la autonomía, la igualdad y la solidaridad entre personas y pueblos, sigue siendo más un desafío que una promesa ya cumplida. Sus luces serían tan cesaría como al inicio de nuestra vida republicana.

Relevancia histórica

Finalmente, la relevancia o trascedencia histórica de un movimiento social, político y cultural de la envergadura del proceso independentista, puede ser medida por la magnitud o repercusión de su obra, por la originalidad de sus planteamientos y acciones, por su aporte a la solución de los problemas incluso de generaciones futuras, como también por el vigor de su supervivencia, como por la capacidad de superar todo género de contratiempos y obstáculos.

No se ha dado en la historia del país proceso tan exitoso y envolvente en todos los campos y dimensiones como el generado por el movimiento ilustrado, en la teoría y en la práctica. Transcurridos ya más de dos siglos desde sus primeros pasos, las ideas y planteamientos que generó, las instituciones a que dió nacimiento, las transformaciones que desencadenó, como la comovisión y valores que impulsó no han desmayado, en buena medida han logrado calar en el corazón de varias generaciones y continúan siendo un reto y desafío a concretar.

Precisamente esa nueva comovisión secular, de acentuado carácter antropocéntrico, repercutió en las dramáticas luchas por nuestra emancipación política de las primeras décadas del S. XIX, se hizo presente a todo lo largo de la revolución liberal y repercute en los actuales anhelos de cambio y días mejores.

En otras palabras, la "crítica" que instauró el movimiento ilustrado y sirvió no solo para visua­lizar con mayor claridad las deficiencias existentes en cada una de las ciencias y áreas o estructuras del régimen colonial, o para pos­tular un programa detallado de soluciones y reformas, también sirvió para levantar el nuevo temple que se requería para llevar a cabo el Primer Grito de Independencia de América, Agosto de 1809, como para construir el nuevo enfoque de la realidad toda, inédita cosmovisión que marcó en forma indeleble a la reflexión quiteña con la profun­didad de la nueva perspectiva que se había de necesi­tar para construir la naciente república.

Anotaciones formales:

No se puede en un volumen examinar en su totalidad la más sobresaliente producción del movimiento ilustrado ecuatoriano ni referirse a cada uno de las tendencias y principales pensadores, que aportaron en forma significativa para la consolidación y despliegue de tan espléndida corriente. En el presente volumen no ha sido factible más que circunscribirse a unos cuantos autores y temas de gravitación especial y esforzarse por dar a conocer sus materiales inéditos de mayor relevancia, o aquellos que por haberse editado ya hace mucho tiempo, son en la actualidad difíciles de encontrar. Trabajos de Pérez Calama, Espejo, Rodríguez, Caicedo, la Universidad de Quito, Quijano, Ante, anónimos,… se recogen en esta reedición.

En la Introducción se describe en forma panorámica el despliegue de tan vasto movimiento con sus respectivas sub-etapas, y se ubica en el interior de ellas a grupos intelectuales con sus gestores, acciones y obras más destacadas.

Esta descripción panorámica, además de ofrecer una visión de conjunto, tal vez la primera en su género, tiene también la ventaja de fijar parta futuras investigaciones un marco teórico de carácter interpretativo y señalar los materiales que deberían rescatarse y que hasta el presente no ha sido posible recoger, ya sea por dificultades de investigación propias del país o por el escaso desarrollo que ha tenido la historia de las Ideas en el Ecuador. Estamos, pues, seguros de que a los estudiosos del pensamiento ecuatoriano se les ofrece una guía para la tarea de reconstrucción de un rico pasado intelectual.

Para alcanzar esta visión omni-comprensiva del pensamiento ilustrado ecuatoriano, se ha tomado en cuenta la naturaleza del discurso filosófico o por lo menos la función o papel que juega en relación con otras formas de discurso, particularmente con el científico, el educativo o el político; instrumentos, especialmente este último, a través de los cuales se hacen presentes a su vez la demandas sociales de una época.

En esta forma se abre, para nosotros, la posibilidad de que los diferentes discursos que se generan en una sociedad, particularmente el filosófico, queden integrados a un nivel superior y se satisfaga así la búsqueda de una visión totalizadora de la realidad. Camino relativamente nuevo para la comprensión y explicación de nuestras creaciones culturales, pero que tienen además la ventaja de mostrar que la reflexión filosófica no constituye una entidad por completo autónoma o radicalmente separada del resto de la vida social; es parte de su desenvolvimiento social, educativo, político y cultural.

A partir, pues, de estos supuestos, la parte antológica presenta al movimiento ilustrado ecuatoriano en estrecha vinculación con los proyectos independentistas del la última mitad del siglo XVIII, con las luchas revolucionarias de comienzo del siglo XIX y con los planes de construcción del país a que se vieron avocados nuestros pensadores en las primeras décadas de vida republicana. Procesos, todos ellos, que permiten reconocer el aporte de la Ilustración ecuatoriana.

En otros términos se periodiza el pensamiento ilustrado en relación a la triple función que le tocó cumplir frente a una de las más gloriosas gestas de nuestro devenir histórico: la Independencia. Es decir, desde su fase de emergencia o de emancipación del pensamiento, visible, a mediados del sigo XVIII; pasando por su fase de apogeo y lucha por el poder frente al “antiguo régimen”, a finales de ese siglo y primeras décadas del siglo XIX; hasta su fase de consolidación, difusión y crisis una vez destruido ese régimen y alcanzado el poder, últimas décadas de la primera mitad del siglo XIX.

A través de este esquema de periodización también se espera superar el carácter individualista de gran parte del nuestra historiografía, que al volcarse al culto a los “héroes” y a la admiración superlativa de unos cuantos “personajes”, algunos de ellos de naturaleza casi mítica, ha terminado suplantando y olvidando a las principales fuerzas gestoras de la historia: grupos y clases, en cuyo interior dichos personajes no pierden sus debidas proporciones y en cuya matriz se tornan reales y comprensibles sus heroicidades y defectos, sus grandezas y temores, así como también sus avances y retrocesos.

Es precisamente esta compleja relación del pensamiento ilustrado ecuatoriano con el proceso independentista lo que ha conferido y le confiere permanente actualidad y vigencia. Y por eso es tarea trascendente, para el presente y el futuro, el ponerse en contacto renovado con las virtualidades de dicha corriente, y con sus limitaciones, que bien pueden estar a la base de tantos males que desde entonces y aún ahora nos aquejan.



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